Un pacto con el diablo
Cuando salta recuerda la estampa de un monje budista levitando tras una sobredosis de mantra
Cuando la pasada temporada el Eibar llegó a San Mamés en su recién estrenada condición de equipo de Primera (pobre, pero a mucha honra y dispuesto a romper la pana), el entonces entrenador Gaizka Garitano montó un sólido sistema defensivo que se le atragantó al Athletic, así que vaya por delante mi más sincera felicitación a José Luis Mendilibar, que vino a la Catedral acorde con su posición clasificatoria. Nada de mendigar. Sin complejo alguno. En plan gallo y, aunque acabó desplumado, convencido de que lo suyo, como buen vizcaino, es una cuestión del destino: siete veces se plantó en el santuario bilbaino comandando al equipo contrincante y siempre salió derrotado, según ha recordado con resignación el técnico de Zaldibar. Sin embargo la gallardía del Eibar propició una matinal muy divertida, con abundancia de goles, un buen puñado de errores para animar el cotarro, y mucha emoción, que es la salsa del fútbol, sensación a la que contribuyó bastante Ernesto Valverde con la sorprendente alineación de Bóveda como central. Desencajado asistió el personal a la ocurrencia, ¡ay amá!, pero concluida la velada desfiló con rumbo al aperitivo relajado, disfrutando las caricias del tibio sol y más contento que unas castañuelas, así que aquí paz y en el cielo gloria.
Valverde también nos sorprendió con otra inesperada maniobra, prescindiendo de Iñaki Williams, a quien el pueblo aguardaba con expectación, predispuesto al agasajo, pues el mozo no tuvo empacho en renovar su contrato hasta 2021 sin apenas marear la perdiz. En consecuencia, quien quiera llevarse a la última perla de Lezama que ponga los 50 machacantes sobre la mesa, eso sin contar que a lo mejor el chico no se va de aquí ni por esas.
De repente me han entrado la congoja: ¿Y Aritz Aduriz? ¿qué cláusula de rescisión tiene? ¿Tiene? ¿Y a qué esperan...?, porque no recuerdo que dieran cifras cuando se amplió su contrato hasta junio de 2017. Mira que si ahora viene en Barça, los muy puñeteros, y se lo llevan; o el Manchester United, que tiene la pólvora mojada, pero la caja registradora a rebosar.
Para mí que este hombre ha hecho un pacto con el diablo, porque, ¿y quién lo pone duda?, cada día es más ágil, corre con la velocidad del galgo, apenas se lesiona, aguanta los noventa minutos como si tal cosa y cuando salta me recuerda la estampa de un monje budista levitando tras una sobredosis de mantra. Ya pocos ponen en duda que estará con la selección española disputando la próxima Eurocopa de Francia porque la evidencia es palmaria: no hay otro delantero más capaz que él. Además detenta la virtud de la experiencia, le sobra genio, tiene mucho carácter y posee ascendente sobre sus compañeros. Analizando cómo fueron los goles al Eibar, dos partieron directamente de sus botas (qué golazos), otro lo anotó Sabin Merino un instante después de cometer un fallo y de que Aduriz le comiera la oreja (¿qué le dijo?), sacudiéndole una palmadita cómplice con la que le transmitió, de paso, su energía cósmica; y hubo un cuarto que yo se lo atribuyo, y sin necesidad de tocar la pelota, magia pura, pues en cuanto el argentino Dos Santos sintió su aliento le entró tanta congoja que se ofuscó, y perdió hasta el oremus y acabó batiendo a su compadre Asier Riesgo (y añado, para rebajar el tarro de almíbar escanciado sobre el sujeto, que no tiene perdón de Dios que fallara aquel otro gol que estaba cantado, ¿o fue cuestión de santa piedad con el rival rendido?).
Pero la gran novedad fue volver a ver en acción a Iker Muniain. Sus ansias por participar en el juego y ofrecerse, sobreponiéndose tozudamente a sus errores y limitaciones después de tanta ausencia. El chico ha vuelto con hambre, decidido a recobrar el tiempo perdido.
Y ahora, el Barça. Por eso Valverde reservó a Williams. ¿De verdad cree en milagros? Qué tierno.