Y ahora, qué? El partido de Sevilla terminó dejando tan malas sensaciones que uno barrunta un futuro lóbrego, sobre todo porque ha eliminado (ya veremos hasta cuándo) a un futbolista básico para el Athletic como es Raúl García. Después de las suspicacias que levantó su fichaje, el bravo navarro encajó como anillo al dedo en los planes de Ernesto Valverde porque solucionó de inmediato una demarcación que le tenía en un sinvivir al técnico rojiblanco desde que Ander Herrera puso pies en polvorosa rumbo al Manchester United. Fue llegar y besar el santo, tanto en el terreno de juego como en el corazón del hincha, que aplaude su coraje, entiende su desafección anterior (estaba al servicio del rival) y transmite confianza.

De las muchas secuelas que puede dejar un encuentro que levantó tantas expectativas (una victoria cualitativa, dejando atrás a un competidor directo y poderoso en la carrera hacia Europa) es la incertidumbre que provoca la derrota, sobre todo porque fue injusta y dolorosa; de esas que pueden alterar el ánimo y la moral del colectivo.

Pero si algo bueno tiene esta vorágine de partidos en la que vive el Athletic es que apenas hay tregua, ni tiempo para las lamentaciones. Pasado mañana aguarda el bien ponderado Villarreal y el compromiso copero, esa competición que tanto encandila y disgustos procura, y ahí es donde los muchachos deben demostrar si tienen capacidad para sobreponerse al duro golpe y erguirse de inmediato.

Porque cuatro días después el Athletic rinde visita al Camp Nou, con lo cual no quiero ni imaginarme con qué trazas podría acudir el equipo rojiblanco a la cita si encima cae eliminado de la competición copera.

La derrota en el Sánchez Pizjuán ha dejado tan mal sabor de boca que a uno le entran ganas de entrar en los detalles. Por ejemplo, cómo diablos Valverde enfatiza tanto de vísperas sobre la importancia del encuentro y luego trastoca la defensa alineando a Gurpegui y deja fuera a Etxeita, que junto a Laporte es bastión en la defensa, y un hombre rápido, ideal para contrarrestar al francés Kevin Gameiro, el personaje que cazó al vuelo el error del zaguero de Andosilla para después clavar al Athletic el primer gol. Sin duda, no era el día para hacer según qué rotaciones.

Para ponerle más corajina a la derrota apareció resplandeciente el factor arbitral, el error del colegiado Eduardo Prieto sacándose de la manga una penalti sobre el polaco Krychowiak que puso la remontada en una misión casi imposible.

El partido fue tan cabrón que parece como sacado de una tragicomedia griega, donde un puñado de dioses sandungueros juegan a capricho con el indefenso mortal. Muniain regresó al escenario sobre el cual sufrió el grave percance en su rodilla izquierda y de él sale, paradojas de la vida, con un puesto asegurado. Con el reto, eso sí, de hacer olvidar la sensible baja de Raúl García, víctima del mismo pronóstico, “entorsis”, y en la misma rodilla.

Como no hay mal que por bien no venga (y no hay más remedio que mirar hacia adelante), resulta que Valverde ya tiene solucionado el encaje de Muniain en un equipo cuyo once titular estaba perfectamente perfilado, máxime cuando para el flanco derecho le sobran alternativas (Williams, Susaeta, Lekue, Sabin Merino, Ibai cuando se recupere...). Y ahí le esperamos con ansia, para que demuestre que es un joven con talento y ambición.

A modo de consuelo sirvan otras tres apreciaciones: el Sánchez Pizjuán es un auténtico fortín para el Sevilla, donde también han perdido el Barça o el Real Madrid, luego entraba entre lo previsible. Echando un vistazo a la clasificación, el Athletic acabó la primera vuelta de la Liga anterior, la 2014-15, en decimotercera posición, con tan solo 19 puntos, a 16 del sexto clasificado, el Villarreal, pero se clasificó para la Europa League. Ahora es octavo con 28 puntos, a dos de Europa, luego ni tan mal. Y la tercera apreciación: Fernando Llorente pasó por el escenario de puntillas, como una figura fantasmal del pasado. Muy atrás quedan las ínfulas de grandeza que le empujaron a dejar el Athletic con los embustes del traidor. Saltó al césped para jugar los minutos de la basura. Sentí lástima.