junto a la efervescencia política a nivel estatal derivada de la compleja gestión de los resultados del 20-D, este recién estrenado 2016 representa un año marcado políticamente para Euskadi por la cita electoral clave: las elecciones vascas, previsiblemente en el próximo otoño.
Las maquinarias electorales de los respectivos partidos trabajan en la sombra, y en procesos no sincrónicos y metodológicamente muy diferentes acabarán designando a sus respectivos candidatos o candidatas a lehendakari. Especular ahora con una extrapolación mimética de los resultados de las recientes elecciones generales a los comicios al Parlamento vasco es eso, pura especulación.
Resulta sin embargo tentador jugar a extrapolar resultados de una a otra elección, pero hay tantos factores diferenciales entre unos y otros comicios que solo cabe apuntar tendencias que, por coyunturales, devienen poco fiables: el PNV, con el lehendakari Iñigo Urkullu al frente, expondrá como valor electoral el de la confianza ciudadana derivada del trabajo serio y profesional y éticamente intachable realizado durante esta legislatura en un contexto nada fácil para el ejercicio de la política y donde ha antepuesto una labor callada y responsable de Gobierno frente a la tentación de apelar a la épica y al agravio (cuando motivos ha habido para haber podido centrar en esta dimensión de la afrenta y de lo negativo la política vasca, ante la actitud cicatera y de menosprecio seguida por Rajoy y su Gobierno y partido ante todo lo vasco en esta pasada legislatura estatal). La actitud del lehendakari y su gobierno ha jugado en beneficio de la estabilidad institucional, social y económica de Euskadi.
EH Bildu apostará previsiblemente por Arnaldo Otegi como candidato a lehendakari. Tras su próxima excarcelación, el factor humano concretado en su liderazgo interno y su carisma, incrementada sin duda socialmente por la injusta e infundada prisión que ha sufrido junto a otros compañeros durante estos años, aportará dosis de optimismo y motivación a un mundo, el abertzale, que vive pendiente de tensiones internas tras dos resultados electorales consecutivos situados por debajo de sus expectativas.
UPyD desaparecerá previsiblemente del Parlamento Vasco. La labor de su único parlamentario, Gorka Maneiro, que ha multiplicado sus esfuerzos por llevar la voz del partido a todos los debates, no será suficiente para mantener representación; de igual modo, a Ciudadanos se le resiste el electorado vasco. Lo hemos visto en las forales y en las generales, y cuando nos jugamos tanto como nuestro modelo de gobierno y de sociedad no parece que la calculada ambigüedad de su discurso y la postura sostenida por sus dirigentes nacionales frente a la piedra angular de nuestro autogobierno, el Concierto Económico, les permita encontrar apoyos suficientes como para ocupar asiento entre los 75 parlamentarios y parlamentarias que elegirán al lehendakari.
El PP vasco se juega mucho en estas elecciones. Ya no hay argumentos para justificar su reiterado y constante descenso de apoyo ciudadano elección tras elección en Euskadi, ubicado casi en la insignificancia institucional si analizamos ayuntamientos, diputaciones y Parlamento Vasco. Tiene ante sí un reto potente: resolver al mismo tiempo dos crisis: la interna (dura y no bien cerrada) y la ciudadana, donde la desaparición de facto de ETA les ha dejado sin discurso ni espacio electoral.
El PSE tratará de forjar discurso propio en estos meses, sin desmarcarse del pacto alcanzado con el PNV pero a la vez tratando de ubicar su espacio electoral en una tercera vía entre los nacionalistas y Podemos. Sus excelentes resultados en Gipuzkoa en las forales les permitió mantener el tipo, y las elecciones vascas suponen una reválida potente para los socialistas, obligados a dotarse de un discurso que marque distancias sobre todo con IU, Podemos y con EH Bildu.
¿Y Podemos? representa la gran incógnita de estas elecciones vascas. Tras el éxito, la gran eclosión de apoyo vasco en votos de estas elecciones generales, cada paso que dé deviene clave: la elección interna de su líder a nivel vasco, la ausencia de Pablo Iglesias (no ha tocado suelo vasco en toda la anterior campaña, y sin embargo los resultados han sido espectaculares), la “lógica” política interna de país (al tener que pronunciarse sobre las grandes cuestiones internas, vinculadas a estatus, a gobernabilidad, a relación con España, a modelo de sociedad, a la cultura, o a la defensa y promoción del sistema productivo, entre ortos retos) supondrán retos e incógnitas que marcarán el posterior nivel de apoyo social.
Tenemos por delante unos meses, los de este nuevo 2016 que da ya sus primeros pasos, apasionantes para la política vasca. Es un buen motivo para el debate y la reflexión entre todos. ¡Feliz 2016 a todos los lectores!