CON los catalanes en plena ebullición independentista y lo futboleros que son, aún me cuesta creer que den por “muy buena” la cantidad de personal que acudió al Camp Nou para asistir en directo al Catalunya-Euskadi (51.224 fieles, poco más que la mitad del aforo) y reclamar aprovechando el evento deportivo-festivo el derecho a competir oficialmente, como hacen los galeses y escoceses, por ejemplo, sin que tiemble el imperio. Ya sé que aquello viene desde el origen de los tiempos futbolísticos, pero los tiempos están cambiando, y los usos y costumbres, y el sentido del voto, y la climatología, y la cibernética. Evoluciona todo salvo la cerrazón de quienes se oponen a lo evidente, o sea, que las gentes de Euskadi reclaman selección propia, y las de Catalunya, también. Así que hermanados por la causa, en una noche templada, conmemorando además el centenario del primer encuentro, el 3 de enero de 1915, y en plena efervescencia catalanista el partido no concitó un entusiasmo consecuente (y me estoy imaginando San Mamés en las mismas), salvo porque, en realidad, no tienen suficiente tradición y cuajo (la perseverancia, en suma) como se tiene en Euskadi; o porque los de la CUP estaban recogidos en cuerpo y espíritu, reflexionando sobre el zafarrancho que les aguardaba al día siguiente. Es decir, unos tipos como ellos, tan rudos, asamblearios, anticapitalistas, rojazos y progres en grado superlativo fueron congregados en Sabadell para decidir en votación secreta si ungían como presidente de la Generalitat a Artur Mas, que está en las antípodas de su ideario social y político, saltándose a la torera lo prometido a lo largo y ancho de la campaña electoral, la del 27 de septiembre, y para rizar el rizo acabaron en empate, y sin la posibilidad de desfacer el entuerto desde el punto de penalti, como las chicas del Catalunya-Euskadi.

Pero lo que me dejó pasmado fue el personaje que hizo el saque de honor. Uno se imagina que en este tipo de actos cargados de simbolismo (con el Molt Honorable Artur Mas y el lehendakari Iñigo Urkullu en el palco) semejante ritual debe realizarlo un notable de la causa, pero allá apareció a modo de esperpento una señora cabezuda, repeinada, sonriente y entrada en carnes conocida como La Grossa, que no representa otra cosa que la lotería que ampara la Generalitat. Tiene bemoles que al reclamo del partido se fomente el juego. Catalán, eso sí.

El partido transcurrió sin mayores noticias, con esteladas e ikurriñas ondeando en plena armonía sobre las gradas del Camp Nou. También se cumplió la tradición, y la tradición sugiere que por mucho virtuoso del Barça que asome por la selección catalana no hay forma de vencer a los vascos. De 12 partidos disputados, tan solo en una ocasión ganó Catalunya, aunque los tres anteriores encuentros terminaron en empate. Y quién si no él, Aritz Aduriz, tenía que ser el artífice del triunfo, no en vano es el máximo goleador de la Euskal Selekzioa, y martillo pilón de los culés (no puedo resistirme a recordar con sumo regocijo sus cuatro goles al Barça en la Supercopa 2015).

La designación del portero Pau López, el único representante del Espanyol en la formación inicial de la cuatribarrada, como mejor jugador del partido da buena prueba de la superioridad del combinado vasco, al menos durante el primer tiempo, cuando los seleccionadores José Mari Amorrortu y Mikel Etxarri pusieron al equipo titular. Y en él estaba Toquero, quién lo iba a decir, que está hecho un jabato desde que fichó por el Alavés. Probablemente su incursión entre los titulares se deba a un criterio protocolario, para que también el equipo referencia de Araba tuviera un representante en un partido en donde el resultado, para qué nos vamos a engañar, es lo de menos, al igual que la presencia, en la segunda parte, del osasunista Roberto Torres. Amorrortu y Etxarri, lo mismo que sus colegas Gerard López y Sergio González, tuvieron que hilar muy fino para preservar los intereses de los clubes que prestaron a sus futbolistas, dada la inminencia de la competición liguera. Por esta razón y otras más sutiles faltaron jugadores que en condiciones normales sí tendrían sitio y relevancia en una selección de Euskadi bajo la cobertura, ordeno y mando de la FIFA.