LA tradición hace que algunas fechas sean más propi as para la retahíla de saludos, felicitaciones y buenos deseos para el próximo año que nos cruzamos con familiares y amigos. En esta ocasión (caprichos del destino), la rutina navideña coincide con un doble espectáculo mediático: unas elecciones generales televisivas y el estreno cinematográfico del episodio VII de Star Wars, cuyo título específico, El despertar de la fuerza, sugiere que, al igual que la siniestra organización Primera Orden, el poder financiero despierta de su letargo para proseguir con la tarea de alcanzar el objetivo de controlar los hilos que mueven la globalización económico.
En efecto, han pasado siete años desde que las estrellas bancarias atenuaran su brillo financiero, al igual que la segunda Estrella de la Muerte fue derrotada por la Alianza Rebelde (Episodio VI de Star Wars). Entonces apelaron a su condición de banca sistémica para evitar una quiebra como la de Lehman Brothers y socializar la solución a sus problemas mediante comprensión, tolerancia y ayudas directas (rescate bancario a diversas cajas de ahorros en quiebra) e indirectas (tomar dinero del BCE a bajo precio y comprar deuda pública con suculentos intereses).
Ahora las estrellas bancarias despiertan de su letargo en la galaxia financiera. Recobran brillo, poder y prepotencia. Defienden la privacidad de su gestión para volver a ser quienes marquen el ritmo financiero en el mundo occidental controlando el mercado crediticio (consumo privado y empresarial), también mantienen altas comisiones en sus servicios como una de las vías para conseguir grandes beneficios que siguen en la órbita privada.
‘totalitarismo invertido’. La última prueba de ello nos llega con el acuerdo entre los bancos Santander, BBVA y Caixabank para ser los que más cobren por sacar dinero de sus cajeros, si no eres cliente de ellos. Son insaciables porque se saben imprescindibles al poseer de la llave que abre todas las puertas en una economía globalizada y han despertado para proseguir la tarea de alcanzar lo que Sheldon S. Wolin define, en su interesante ensayo Democracia S.A., como totalitarismo invertido, cuyo objetivo principal no es la conquista del poder a través de la movilización de las masas sino la desmovilización de éstas desde el poder atemorizando a los ciudadanos con el miedo a perder su empleo o no poder pagar sus hipotecas, hasta devolverlas al estado infantil.
Para Wolin el totalitarismo invertido sigue el camino abierto por Ronald Reagan cuando dijo: “Tenemos el poder de volver a amenazar al mundo desde el principio”. Por eso ahora, cuando se atisban síntomas de recuperación económica prevalece la amenaza, al igual que la siniestra organización Primera Orden resurge de las cenizas del Imperio Galáctico en la séptima entrega de Star Wars. Unos y otros perfeccionan el “arte de moldear el apoyo de los ciudadanos sin dejarles gobernar”. Después de todo, una ciudadanía apática y temerosa “redunda en una política dirigida más eficiente y racionalizada”.
Hay síntomas para el optimismo, como las cifras y porcentajes sobre crecimiento del PIB, aumento del consumo o evolución del trabajo. Pero el escenario sigue siendo incierto por la influencia de factores claramente gestionados por el superpoder financiero que tensan la cuerda. Es el caso del precio de las materias primas (especialmente el petróleo) que provoca desajustes en las economías de países rebeldes como Rusia o Venezuela. La estrategia es clara: se aprietan las clavijas en aspectos importantes, pero no se cambia sustancialmente la dinámica económica o los sistemas productivos que impediría una nueva crisis, al tiempo que se riega la sociedad con píldoras de paracetamol para paliar el dolor de cabeza.
Es el despertar de la fuerza en el nuevo año que recuerdan los viejos tiempos.
Claro que, por otra parte, estamos en fechas señaladas.
Así que, olviden estas líneas y sean felices.