LOS elogios hacia la excelencia del Barça se expanden por toda la galaxia tras ganar al River Plate el Mundial de Clubes, torneo antes denominado Copa Intercontinental que, en caso de derrota, se quedaba en Copa Toyota, como para quitarle tralla y grado hasta dejarlo en un mero certamen de empresas. Ahora, sin embargo, se enfatiza sobre la magnitud azulgrana. Luis Enrique, henchido de gloria, exaltó el esfuerzo de sus jugadores y su “afán ilimitado por ganar títulos”, dijo, y ahí es donde quería llegar: el afán ilimitado resulta que tuvo un límite y aquel “¡y ahora vamos a por el sextete!” que pregonó el técnico asturiano tras ganar Liga, Copa y Champions, se quedó en sólo quintete, y en Kuala Lumpur se preguntan, ¿quién fue el farruco que le puso freno a estos bestias del balompié? “Fue el Athletic, un equipo vasco y de cantera...”, ¡¡¡aah!!! y además por goleada, ¡¡¡oooh!!!

O sea, que poderosamente pegado a la exhibición de grandeza del Barça está el Athletic, que le ganó y por paliza la Supercopa de España, torneo del que tuvimos constancia (al menos yo) cuando los chicos de Javier Clemente hicieron lo propio en 1984 y sin necesidad de disputarlo. Así que una copa que parecía invisible adquiere dimensión de cáliz sacro precisamente porque los blaugranas querían bebérselo, y no pudieron, para conseguir emular la hazaña de Pep Guardiola, que en 2009 convirtió al Barça en el único equipo que ha podido conquistar todos los títulos oficiales posibles en el transcurso de un año.

Poco después de disputarse el Barça-River me llevé un ligero sofoco observando al Real Madrid triturar al Rayo de aquella manera. Tras el asombro inicial (el 1-2 en el marcador) y con la parroquia del Bernabéu soliviantada, mostrando un cabreo monumental hacia los suyos, el árbitro Iglesias Villanueva arregló el altercado expulsado a los rayistas Tito y a Baena, con penalti incluido, de tal forma que a la media hora el Rayo se quedaba con nueve, pero seguía atacando al Madrid como si nada, sin cortarse un pelo. Gareth Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo se pusieron literalmente las botas masacrando a goles a un rival tan orgulloso y arrogante como suicida. Y ahí es donde quería llegar. Tal y como pintaba el asunto temí que el Athletic perdiera el récord goleador de la Liga que aún detenta desde febrero de 1931, un luminoso 12-1 precisamente contra el Barça. Así que cuando los estupefactos y curiosos futboleros de Kuala Lumpur y aledaños busquen en Google más referencias sobre el equipo que impidió el sextete azulgrana se toparán también con este elocuente dato, que uno ya tenía ganas de atizar con el libro gordo de la historia a los culés, más que nada a modo de resarcimiento sobre las últimas finales de Copa perdidas ante estos ilustres del balón.

Reconfortado con la paradoja (el Real Madrid se quedó en un 10-2 y sin embargo sufrió el desafecto de su hinchada), las aventuras del Athletic para doblegar al Levante a punto estuvieron de dejarme frío a no ser por una excelente noticia: el regreso a Iker Muniain, que reapareció 260 días después de sufrir una grave lesión de rodilla en el estadio Sánchez Pizjuán. El chiquillo apenas jugó cinco minutos, tiempo suficiente para advertir que ya está aquí, dispuesto a ofrecer batalla, y la tendrá que dar para encontrar sitio en un equipo ya cuajado. Por suerte, el conjunto valenciano demostró en San Mamés su condición de colista, sobre todo en la ingrata primera parte, cuando el franco-argelino Ghilas falló dos goles cantados. Hubo una reacción sustancial del Athletic tras el descanso. Jugó con más intensidad y mostró un par de perlas. Me pareció imperial el gol de San José, llegando con poderío para cabecear el primer gol, y de gran astucia y elegancia el pase y la resolución con la que Aduriz y Williams construyeron el segundo. Aduriz lleva cuatro partidos consecutivos sin conseguir batir la portería rival, un dato elocuente que demuestra lo malacostumbrados que nos tenía. Es una cuestión de suerte, porque las musas siguen con él, y con el Athletic en general, que está a punto de acabar el año en buena forma, con un título (¡aleluya!) y dibujando un 2016 la mar de sugerente.