PENSÁNDOLO bien, el Athletic ha tenido suerte y se puede dar con un canto en los dientes con el punto sumado, porque el desafuero cometido por el árbitro Álvarez Izquierdo fue con el Málaga de adversario, el equipo menos anotador de la categoría e incapaz de marcar un solo gol en los siete partidos que ha disputado lejos de su estadio. Como saben, al colegiado le entró un calentón y se armó la marimorena en San Mamés. Resulta que el cuarto árbitro le cuenta un cuento por el pinganillo y transforma un empujón de Mikel San José a Charles en una agresión de Oskar de Marcos al susodicho, que ya es tener imaginación, para luego rectificar con De Marcos, pero no en la gravedad de la acción, probablemente para no desairar al colega que le dio el chivatazo, acojonado por el súbito asalto que sufrió de todo el banquillo malacitano con ánimo intimidatorio. En consecuencia, lo que parecía de antemano un partido plácido del Athletic, por su estado de forma y las pinta de boquerón que lucía el rival, se transformó en una película de terror, pero sin sangre. De terror psicológico, que son las que más miedo dan.
No en vano el Athletic comenzó el encuentro poco enchufado, como si la empresa no requiriera de sobre esfuerzo. Era el Málaga. Una perita en dulce, lo cual seduce poco y aletarga la testosterona. Pero cuando Álvarez Izquierdo elevó al paroxismo un partido plano el mundo se desplomó encima de ambos contendientes. Por un lado, el Málaga se encontró con el brete de lidiar hora y cuarto de partido con un jugador más. Es decir, que por huevos debían tomar la iniciativa, atacar incluso, cuando se habían tirado toda la semana preparado la empresa con mentalidad amarrategi. Por otro, el Athletic, que había salido en plan rezongón, se topó con la inversa: por bemoles estaba obligado a currar de lo lindo para sobreponerse a la adversidad y agarrar tres puntos que todo el mundo daba por añadidos en las cuentas de la lechera. Y si no había más remedio que dosificar la energía y no se podían dar tres pases seguidos ante el temor de perder el sitio y evitar cualquier sorpresa del Málaga, ¿bastaría con fiarlo todo a un brote de inspiración o a la jugadas de estrategia?
El nuevo panorama también dejó atónita a la afición, pues donde se las prometía felices (una victoria de fácil digestión) se tuvo que tragar un muermo a palo seco, sobre todo a lo largo y ancho de la tediosa segunda parte. Si nos metemos en detalles, podemos concurrir que Aritz Aduriz brilló por su ausencia, lo cual es apropiado destacar por raro, e Iñaki Williams culminó el partido más desacertado desde que irrumpió en el panorama del Athletic para llenarnos el cuerpo de alegría. Se cumple un año de aquella buena nueva, y se está hablando demasiado de su renovación. Mucho me temo que al muchacho se la ha subido el pavo a la cabeza, lo cual es natural, y probablemente sintió la necesidad de mostrar todo su virtuosismo para sacar adelante un partido tan obtuso, como hacen las estrellas futbolísticas, y nadie duda que el mozo va para estrella futbolística. Pero todavía no lo es.
Se le reconocen las ganas en el empeño, pero es de rigor que suba con humildad los peldaños que aún necesita hasta alcanzar el nirvana, y de paso persista en asistir a las clases de teatro para encontrar mayor finura y desgarro. Con su intento de engañar al árbitro simulando penalti, lanzándose de aquella manera en el área malagueña, se nos hizo un nudo en la garganta: segunda tarjeta amarilla por simular, expulsión y el Athletic con nueve para afrontar media hora de partido por delante. Me da que Álvarez Izquierdo cayó en la cuenta y se hizo el sueco, quizá para no soliviantar más al personal, y lo peor del asunto es que Williams volvió a intentarlo (otro piscinazo sin agua) dos minutos después. Álvarez Izquierdo demostró que tenía remordimientos por la roja a San José. Escribió en el acta al respecto: “empujar a un contrario derribándole utilizando una fuerza excesiva...”. Yo me pregunto, ¿y si San José midiera 1,65 en vez de 1,87 y Charles 1,95 en vez de 1,77, el trencilla habría aplicado el agravante de ‘fuerza excesiva’ o el eximente de pura comedia?