RAJOY no está para tonterías. Nunca lo ha estado, pero ahora mucho menos. ¿Un debate televisivo entre candidatos? Que vaya la vicepresidenta. ¿La trascendental firma de un supuesto pacto de Estado mediante la que se adhieren siete partidos al acuerdo que va a poner freno a la amenaza del terrorismo yihadista? Que vaya el ministro del Interior. ¿Comentar distendidamente en la radio el partido de Champions del Real Madrid? Ahí, sí. Es que eso ya es otra cosa. Primero lo importante y después, lo urgente, no hay que confundir prioridades.

La gran prioridad, no nos engañemos, son las elecciones del 20-D. En eso andan todos. Rajoy, en la radio con los Manolos; Soraya Sáez de Santamaría, en un helicóptero con Calleja; Pedro Sánchez, con Bertín Osborne; Albert Rivera, en El Hormiguero; Pablo Iglesias, con Ana Rosa Quintana. No descarten que alguno se embarque en Adán y Eva para, en pelota picada, demostrar que no tiene nada que esconder. O sí, como diría el presidente. Un país para llorar.

Así que ni Rajoy (ni Sáez de Santamaría siquiera) ni Sánchez ni Iglesias fueron a la firma del pacto antiyihadista. Esa imagen da, con exacta pulcritud, la medida de la importancia que los grandes partidos (los emergentes, los sumergentes, los divergentes y hasta los convergentes) dan al asunto. Que un pacto de Estado no te estropee un mediocre acto preelectoral.

Así que la escenificación de un hecho tan histórico que pretende plasmar eso tan socorrido de que “juntos somos más fuertes” se quedó en una reunión gris en la sede del Ministerio del Interior -ya puestos, y para dejar bien claro de qué estamos hablando, la podían haber llevado al acuartelamiento de la Brunete-, una foto gris en la que hay tantos asientos vacíos como llenos -eso sí, los firmantes representan mucho más- y en un intercambio de reproches que deja la unidad real a la altura del barro.

El miedo escénico pesa como una losa. Rajoy le teme como a un nublado al recuerdo de la foto de las Azores y los demás, a no salir en la foto. Con todo, hagamos recuento. En el pacto no están: PNV, Geroa Bai, Convergència, Izquierda Unida, ERC, Amaiur, Compromís y BNG. Tampoco Podemos, que ayer fue pero no firmó porque solo está como “observador”. O sea, como Rajoy.

¿Y ahora? Pues exactamente igual. El pacto no adquiere ningún compromiso concreto, más allá de las vaguedades habituales sobre la importancia de la unidad. Francia está a la espera y Rajoy silba mirando hacia el cielo. En un principio estaba dispuesto a que soldados españoles relevasen a las tropas galas en Malí pero se achantó al día siguiente, cuando se produjo el atentado en Bamako. Así de inquebrantable es su compromiso. Así que cuando Hollande le pida algo, irá al Congreso a que se vote, que es lo normal, lo lógico y lo legal. ¿Y entonces el pacto? Pues veremos si se respeta esa “unidad”, que no está tan claro. Pero Rajoy ya tiene la solución para los díscolos. Hará como hizo en directo en el programa de radio con su hijo, que le salió un tanto criticón: un par de collejas bien dadas. Menudo es don Mariano.