EL líder de la CUP -aunque él, tan asambleario, rechazará esta calificación- se vistió ayer con un elegante traje, chaleco incluido, para decirle que ‘no’ por segunda vez a Artur Mas. Fue verle en el Parlament y venirme la imagen del Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas, con su reloj en el chaleco, corriendo de un lado para otro y murmurando: “¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Llegaré demasiado tarde!”. Baños, como el conejo, tiene mucha prisa -nunca se sabe para llegar a dónde- pero, listo como el hambre, disimula. “Es un no tranquilo”, le dijo a Mas para justificar el rechazo a su investidura. Falso. Lo que anhela el Conejo Baños es llevar al candidato frustrado a su madriguera, como hizo el del cuento con Alicia. De hecho, Mas no lo sabe -o hace como que no- pero ya ha caído por el agujero y ha entrado en el submundo, donde la única puerta que abre la llave que le ha dejado el Conejo es tan pequeña que no cabe por ella. Así que el que aspira a ser el gran president que haya llevado a Catalunya a la independencia ha bebido ya el brebaje que le va haciendo pequeño, pequeñito, cada vez más pequeñito. Tanto, que Mas se aviene a quedarse en un cuarto de su tamaño original, diluyendo su poder en un Gobierno coral, y hasta a someterse a una reválida a fin de curso. Pero no basta. Tampoco le bastó a Alicia, que cuando tuvo el tamaño justo para entrar por la puerta pequeña se dio cuenta de que no llegaba a coger la llave. El Conejo es listo. Muy listo. Baños controla el tiempo, ese que no tiene Mas -ni Catalunya- así que, reloj en chaleco, le dice, sarcástico, que su rechazo solo es un estímulo “para ir más lejos”. Ahora es Mas el que, a punto de la desesperación, mira sin parar al reloj. Veremos si, tras ello, se come el pastelito alucinógeno que le han preparado el Conejo y sus amigos de la CUP. O, por el contrario, sale de la madriguera.
En Catalunya se masca la ansiedad. Y en España, la tragedia. Serán cosas mías, pero fue también escuchar a Felipe VI su alusión a la situación catalana y venirme a las meninges la imagen de su padre en aquella trascendental- intervención-durante-el-23-F. El actual rey habló de transmitir “un mensaje de serenidad y confianza”, exacta y textualmente las mismas palabras que usó Juan Carlos I hace 34 años y medio. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Y siguió: el pueblo español “no está dispuesto a que se ponga en cuestión su unidad” -su padre habló de que “la Corona, símbolo de la permanencia y la unidad de la patria, no puede tolerar...”-; dijo que “el orden constitucional” y los principios constitucionales “se mantendrán plenamente vigentes” -su padre también nombró el “orden constitucional dentro de la legalidad vigente”-; y, en fin, que él “estará siempre al lado de todos los españoles”. Como su padre.
El paralelismo es evidente, insultante. Quieren “parar el golpe”. Como el conejo, llegan demasiado tarde a ningún sitio.