Aunque suene a paradoja, ayer EH Bildu lanzó una andanada propia de los tercios españoles del siglo XVI, que pasaban por ser el mejor ejército europeo de la época. Aquéllos, medían habitualmente el gasto en pólvora porque los propios soldados se la pagaban de su salario en campaña hasta que llegaban a un almacén y se surtían de la que proporcionaba la corona. Entonces, le tiraban a todo sin reparo porque lo hacían con pólvora del rey.
La propuesta de Maeztu y Pinedo al PSE de negociar por su cuenta los próximos presupuestos vascos e imponérselos luego en el Parlamento al Gobierno del PNV fue una ráfaga tirada al tun-tun. Con pólvora del rey. Pero Idoia Mendia se agachó a tiempo y la historia acabó en fracaso, como casi siempre que se dice una boutade sin mucho fundamento ni expectativa de materializar. Hablar por hablar.
Pero retrata un estado de cosas. El sentido de la política que hay en este momento electoral y que convierte en imperioso que la izquierda aber-tzale obtenga un discurso sobre el que proyectarse a la ciudadanía más allá del humo de los autobuses, de la incomodidad del proceso de autocrítica anunciado y de la poco exitosa estrategia de anunciar su deseo de que los vascos votemos el año que viene sobre nuestro estatus para admitir a continuación que tampoco su proyecto de Ley de Empoderamiento lo va a cumplir.
De modo que la pinza sugerida ayer sonó a lanzar piedras a tejado del vecino para que el ruido suene en casa ajena. Un ejercicio de poca seriedad y menos memoria. Bildu gobernó la Diputación de Gipuzkoa en minoría flagrante y, aún así, halló -en PNV primero y PSE después- suficiente lealtad institucional y responsabilidad hacia los ciudadanos guipuzcoanos para facilitarle que dispusiera de unos presupuestos que respondieran a sus prioridades en primer lugar y a las aportaciones ajenas en un porcentaje asumible para todos.
Las sopas con honda que lanzó ayer al PSE de espaldas al Gobierno vasco y al PNV hablan de su nula disposición a aportar a los próximos presupuestos asumiendo la realidad de su auténtica capacidad de influencia merced a su peso parlamentario. El problema de EH Bildu en relación a este asunto no es hoy solo la vigencia de un preacuerdo y una disposición a su reedición entre socialistas y jeltzales. Su situación es el fruto de su insistente desconexión de los puentes con el PNV a la hora de negociar con sentido práctico objetivos realizables; iniciativas que se puedan compartir desde los elementos de común denominador que renunciaron a explorar. Cuando se juega todo al desencuentro se acaban disparando perdigones a las nubes.