ESTA campaña electoral en la que estamos inmersos, como siempre antes de tiempo, habla catalán. Lo hace porque estaba ya telegrafiado que esa cuestión, junto a la económica, iba a ser la que convirtiera al flojeras de Rajoy en un candidato vitaminado. Y si hay posibilidad de aliñar la pareja con algo de ETA, el plato está servido.

En realidad, Rajoy se hace el sorprendido por algo que estaba anunciado hasta la saciedad. Porque si en algo han demostrado sinceridad Junts pel Sí y la CUP ha sido precisamente en su intención de sumar fuerzas para sentar las bases de un futuro Estado catalán. Tras los comicios, el número de escaños se lo permite y eso es exactamente lo que han hecho al tramitar su propuesta en la Cámara, cumplir con el programa con el que concurrieron. Adviértase que no me refiero ni a la oportunidad, ni a cómo concluirá la operación. Pero estaba muy claro que si podían, lo iban a hacer. Ese fue el compromiso que adquirieron con sus votantes y no realizarlo sonaría a fraude.

La víspera de ese movimiento en Catalunya, Rajoy esquivó un par de preguntas en las que le pedían concreción sobre las medidas que pensaba activar en el caso de que sucediera lo que, insisto, todos sabían que iba a pasar. Dijo algo curioso, porque cargó sobre las intenciones del periodista su propia indefinición: “No creo que tenga que tomar ninguna de las medidas en las que usted está pensando”. Con tal de no decir qué piensa hacer, Rajoy es capaz de jugar a ser mentalista.

Pero como lo que importa es aparentar que se hace algo aunque no se haga, Rajoy movió ficha inmediatamente después de que Junts pel Sí y la CUP presentaran su iniciativa en el Parlamento. Su rueda de prensa en tono grave, casi solemne, contrastaba con la normalidad que trataba de transmitir Romeva; venía a decir el número uno de la lista soberanista que era un trámite parlamentario más, que luego ya vendrá el debate y, si procede, su aprobación.

Rajoy, que siempre ha ido tarde al medir lo que pasaba en Catalunya -recuerden aquel “España no está para algaradas” cuando más de un millón de personas salieron a la calle en la Diada de hace cuatro años- esta vez se ha adelantado: va diciendo que cuidado con aprobar eso porque entonces sí que actuará. A El País no le pareció suficiente y reclamó en su editorial una postura más clara y consensuada con el PSOE.

Dicho y hecho: Rajoy quedó ayer a comer con Sánchez, con lo que el asunto catalán ya no sólo beneficia en las urnas al PP; ahora también el PSOE rebaña en la cazuela de la unidad de España que se sirvió en el menú del día ayer en la Moncloa. Lo de Rivera, si viene ya se verá; y a Iglesias, castigado al rincón.

Y mientras en España la campaña queda enfilada con la brújula colocada en el Parlament catalán, y PP y PSOE intentando coger la ola del españolismo, parece que una vez más Euskadi vota en otra clave; a tenor del resultado de sociómetro que conocimos ayer, la ciudadanía vasca no está inmersa en la batalla de La Moncloa entre los que ayer compartieron almuerzo.