SEGURAMENTE no cabía esperar que los partidos vascos dieran un paso firme para materializar en algo práctico los trabajos de la ponencia de autogobierno antes de las elecciones generales. Desde luego, ninguno de ellos ha tenido una prisa excesiva para que la fase de exposición de puntos de vista de cada cual no se eternizara durante todo lo que llevamos de legislatura. Todos han primado que se escuchen en ella las voces de quienes más fielmente recogen su propio sentir, aunque muchas de las intervenciones fueran redundantes. Es un pecado compartido que ha llevado a que prácticamente olvidemos que una ponencia parlamentaria está orientada a definir unas conclusiones. Nadie, ni el PNV ni EH Bildu ni el PP ni el PSE, ha pisado ese acelerador para pasar de la fase expositiva.
Pero esto no ha impedido que, con cierta reiteración, se le haya reclamado al lehendakari por parte de la oposición que exponga una propuesta al respecto desde el Ejecutivo vasco. Mala memoria y mala voluntad. O no se recuerda la iniciativa de reforma del Estatuto vasco liderada por Juan José Ibarretxe y asumida por el tripartito que sustentaba su gobierno o se recuerda tan bien que quienes la boicotearon en su día acusándola de unilateral y no consensuada pretenden repetir el trile.
En el caso que nos ocupa, Iñigo Urkullu ya definió claramente su propia hoja de ruta. Pasaba por dotar de protagonismo al Parlamento y al diálogo entre las diferentes sensibilidades del país, dignamente representadas en esa Cámara. Ofreció, incluso, su propio punto de vista a instancias de esas mismas fuerzas políticas si consideraban oportuno utilizarlo como punto de partida, como marco hacia el debate y, si cabe, el encuentro. No como excusa del enroque. Por eso resulta poco creíble que a Urkullu se le pida a través de los medios de comunicación que tome iniciativas. Es cierto que 2015 se acaba y el propio lehendakari preveía pisar el acelerador este año, pero quienes se lo recuerdan huyen de la puerta que abre esa nueva etapa. Si los partidos vascos quieren activar esa vía, solo tienen que instar al lehendakari a hacerlo a través del foro oficial del que disponen. No lo harán. A cambio, seguiremos escuchando que Urkullu no tiene plan de boca de quienes, sencillamente, no quieren que las próximas semanas o meses orbiten en torno a ese asunto porque tienen definido su espacio de confort hasta el 20-D. El de la ley de consulta extemporánea, como si su mera invocación abriera las puertas del cielo; el de la reforma federal etérea sin bases ni objetivos escritos; el del techo constitucional revisado a la baja y el Estatuto incumplido. Y lo peor es que vamos camino de que, a vuelta de Navidad, todo vuelva a ser preelectoral.