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Sidenor: blanco y en botella

lAS previsiones meteorológicas para la economía vasca formulan la posibilidad, sin confirmar ni desmentir, de una borrasca, cuyos vientos huracanados pueden llevarse por delante las instalaciones que tiene Gerdau en Euskadi (Basauri, Vitoria, Legutio, Azkoitia, Maltzaga y Legazpi y Azpeitia). También están en peligro las de Cantabria, Barcelona, Guadalajara y Valencia. Entre unas y otras que dan cobijo a 2.200 puestos de trabajo. De momento, tan sólo el mapa de la presión mediática ha detectado el rumor de esas peligrosas isobaras empresariales, apenas detectables por la niebla existente. Todo es dudoso e incierto o, si se quiere, difuso y confuso.

Lo único cierto, según parece, es la puesta en venta de las plantas que tiene el grupo brasileño Gerdau en el Estado español. A partir de esta intencionalidad, confirmada por la información publicada en un periódico regional francés, todo es opacidad, como la actitud de la dirección de Gerdau en España que se niega a realizar cualquier comentario sobre lo que ha denominado “rumores o especulaciones del mercado”. Una postura insólita e incomprensible, ¿cómo es posible que la gerencia de una parte de una multinacional desconozca las intenciones de la matriz si les afecta directamente?

También se dice que el Banco Santander, otrora socio de Sidenor (40%), ha recibido el mandato de realizar esta operación, provocada por los apuros económicos de la compañía ante la crisis que azota Brasil y que ya ha puesto en conocimiento de las grandes empresas del sector en busca de un posible comprador, pero el banco no se pronuncia porque dice desconocerla. Incluso se dice que las plantas de Sidenor son rentables, lo cual añade mayor perplejidad porque no se entiende que alguien con apuros económicos en Brasil quiera desprenderse de las que son rentables en Europa.

pELIGRO Mientras tanto, el Gobierno vasco confirma que “puede haber peligro” de venta. Pero, a través de su consejero Ángel Toña, asegura que no tiene noticias sobre las intenciones del gigante siderúrgico “más que lo que he leído”, aunque confía en que las factorías del grupo en el País Vasco puedan mantener sus puestos de trabajo y su actividad. Lo cual es una incongruencia. Si hay “peligro” estamos ante la posibilidad de una contingencia negativa para alguien y el propio consejero nos da una pista al confiar en mantener los puestos de trabajo.

Hay demasiados antecedentes en la economía vasca, y también en la internacional, como para recelar de este tipo de noticias que parecen ser ciertas, pero sin confirmar y terminan como el Rosario de la Aurora.

Argumentar, pongo el caso que aún no se ha producido, pero seguro que sale en los próximos días, los altos costes salariales y energéticos para justificar la venta de una factoría rentable es, simplemente, un desatino o, lo que es peor, considerar tontos a los ciudadanos, salvo que los problemas del grupo brasileño sean de tal magnitud que estén al borde de la quiebra y busquen desesperadamente algo de liquidez para evitar el default de toda la multinacional.

Una empresa privada, y el Grupo Gerdau lo es, está legitimada para buscar la fórmula de rentabilizar la inversión de sus accionistas. Están en su derecho emprender una operación de venta como antes la hicieron de compra hace diez años. Esto es así porque vivimos en un sistema económico de libre mercado donde supuestamente debe prevalecer la meritocracia.

Otra cosa es hacerlo con premeditada opacidad como si quisieran ocultar algo. Por ejemplo, presionar a los trabajadores de las plantas que se venden (¿?) con la negra posibilidad del desempleo para cerrar acuerdos laborales que reduzcan sus prestaciones. En esta ocasión, si fuera cierta, la presión afectaría a localidades cuya subsistencia depende de mantener en sus límites alguna de estas plantas. Es simple especulación, pero no sería la primera vez que existe semejante planteamiento.

Quedamos a la espera de que se confirmen las previsiones y se aclare la meteorología. De momento, la tormenta ha comenzado con medias verdades por parte de los responsables empresariales. Recuerden éstos las palabras de Aristóteles: “El castigo del embustero es no ser creído, aún cuando diga la verdad”. En mi opinión, el caso Sidenor muestra indicios claros de una operación rentable para los que traspasan y peligrosa para los traspasados.