OLENTZERO maitea: Discúlpame por escribirte con tanta antelación, pero no quisiera que esta carta se perdiera entre las valijas de promesas y solicitudes que te van a enviar los remitentes-políticos que se presentan a las elecciones del 20-D. Tampoco quiero recurrir a las redes sociales porque mi mensaje supera los 140 caracteres permitidos en Twitter o puede quedar censurado por el big brother informático. Por tanto, hago uso del correo tradicional para apelar a tu sabiduría a la hora de aclarar algunas dudas sobre el futuro económico que nos espera.

Comienzo con el ámbito internacional. Son continuos los avisos de organismos internacionales, como la UE o el FMI, así como potencias económicas como Alemania, sobre una posible regresión mundial ante el frenazo de algunos países emergentes, caso de Brasil y China, mientras que el motor europeo, Alemania, parece gripado y descienden sus exportaciones. Si esto es así. Si hay tantas incertidumbres, sorprende la facilidad con la que se hacen previsiones optimistas, máxime después de comprobar cómo se equivocaron respecto a la crisis, cuyas consecuencias aún sufrimos.

He aquí mi primera pregunta: ¿Tenemos que creer lo que dicen o poner las barbas a remojar?

Luego está el Gobierno de Rajoy que propaga, un día sí y otro también, la idea de una recuperación de la economía española. Algo así como una Arcadia feliz. No sé a qué recuperación se refieren porque los más perjudicadas por la crisis siguen sin encontrar un empleo digno y suficientemente remunerado como para salir de la pobreza. Por otra parte, entre bastidores, el comisario europeo, Pierre Moscovici, señala que España incumplirá el déficit este año y el próximo. Bien es cierto que ha sido inmediatamente desacreditado, pero queda el documento de la discordia y la recomendación de actualizar los presupuestos con “las medidas necesarias”, ya que el Gobierno de Rajoy se ha quedado corto en las reformas.

Me temo más recortes después de la elecciones y te pregunto si estoy en lo cierto.

CARTA DE LA CEOE Por último, la cúpula empresarial española ha mandado una carta a los principales partidos políticos que se presentan a las elecciones. Estoy perplejo cuando leo que dicen reclamar quince nuevas reformas, invocando “la consolidación de la recuperación económica” (?), para evitar “los errores del pasado” como si los propios empresarios no fueran también responsables. Pero dejemos a un lado la semántica de su declaración de principios y vayamos a temas sensibles como empleo, pensiones y sanidad. Limitado por el espacio te dejo las interrogaciones más importantes:

¿Será verdad que el alto nivel de desempleo es “debido al elevado coste social y económico que genera”, como dicen los empresarios? Hasta ahora pensaba que la destrucción de empleo había llegado por el desplome del consumo y de los créditos a las empresas que pretendían ser más competitivas en el mercado.

¿Por qué reclaman reducir sus aportaciones a la Seguridad Social, cuando en la actualidad es deficitaria en el sistema público de pensiones? Quizás pretendan poner en valor los fondos de pensiones, cuya gestión está en manos privadas.

¿Por qué quieren que no se penalice las contrataciones temporales, pero sí las bonificaciones para las indefinidas? Da la impresión de que son como esos niños que no quieren castigos cuando hacen mal las cosas y pero reclaman premios cuando hacen las cosas que deben hacer.

¿Por qué estiman necesario vincular el paro a un “seguimiento del proceso de empleabilidad” que permita “suprimir la prestación por incumplimiento”? o ¿Por qué reclaman mayor colaboración de las empresas privadas de intermediación laboral con el Servicio Público de empleo, que solo coloca al 3% de las personas que encuentran un empleo? ¿Acaso no son las propias empresas las que hacen uso de la ETTS? Lo sencillo, como decía hace unos días el consejero vasco de trabajo, es discriminar a las personas poco rentables (mujeres en edad fértil, jóvenes sin experiencia, etcétera) como se hace en la intermediación laboral privada.

Termino, no sin antes pedirte disculpas si, al leer esta carta, te has indignado tanto como yo al escribirla.