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La ilusión ha vuelto a florecer

Antes de lanzar al vuelo las campanas en señal de aleluya y ponderar en lo que se merece la victoria del Athletic conviene recordar que nuestros recios muchachos venían de palmarla con el modesto AZ Alkmaar holandés en la Europa League y que en la Liga BBVA estaban provisionalmente en puestos de descenso tras el empate del Granada el sábado ante el Deportivo, o sea, que venían de una situación de penuria, agobiados por la clasificatoria y encima enfrente estaba el Valencia, lo que parecía un rudo rival.

Con un panorama así, la eventualidad de la derrota con dos semanas por delante sin competición habría procurado una sensación de pesimismo y ansiedad que suele tener mala digestión en un colectivo futbolístico. Por eso mismo el triunfo tiene un valor tremendo.

Es evidente que Raúl García ha ensamblado en el once pronto y como anillo al dedo, solucionando esa demarcación que tantos dolores de cabeza le ha procurado a Ernesto Valverde desde la fuga de Ander Herrera al United. A su capacidad de asociación, sobre todo con Aduriz, García añade una entrega sin concesiones, espíritu competitivo y carácter, y eso es fundamental y hasta contagioso en un equipo. Con el encaje del centrocampista navarro, el técnico del Athletic ya ha podido definir su equipo ideal, a la espera de Muniain, dueño, se intuye, de la banda izquierda, lo cual supondrá el problema (bendito problema suelen decir los técnicos) de buscar acomodo a Iñaki Williams.

El partido frente al Valencia también ha corroborado las segundas opciones que maneja Valverde en las sustituciones: Eraso por David García; Sabin Merino para dar descanso al titular del carril izquierdo y Mikel Rico a los medio centros. Eso quiere decir, me parece, que el entrenador ya tiene catalogado al personal, lo cual supone que gente otrora brillante y prometedora, como Ibai Gómez y sobre todo Ander Iturraspe, han caído en desgracia por sus bajas prestaciones en este duro inicio de campaña. Parece como si las loas recibidas por los jugadores en la época brillante del inefable Marcelo Bielsa (aquel amargo “millonarios prematuros” del Loco) hubieran ofuscado la mente y cortado la progresión de determinados actores, que siguen aturdidos por los cánticos de sirena.

El partido confirma la recuperación para la causa de Markel Susaeta. Beñat se parece al jugador estelar que vino del Betis para después consumirse entre la indolencia. A San José, De Marcos o Balenziaga ya no hay quien los mueva de ahí. Etxeita está sólido y crece la figura de Laporte, aunque aún peca de exceso de confianza, lo cual a veces resulta temerario. Aduriz está mejor que nunca, pero no tiene recambio.

La pasada temporada, cumplida la séptima jornada, el Athletic estaba en puestos de descenso tras recibir una soberana paliza (5-0) del Real Madrid. Ahora habría estado de igual manera de no haberse sobrepuesto al golazo de Parejo y a la zozobra posterior, de la que supo salir con temple, confirmando que el equipo visto ayer tiene cuajo, pelea su suerte y no se descoyunta con la primera ventisca.

Dicho de otro modo. El Athletic pudo ganar con claridad al Valencia porque, aunque su rival tiene nombre y talento, carece precisamente de esas virtudes, factor clave para triunfar en este invento. Es un alma en pena. Con unos jugadores que si bien practican con elegancia fútbol de salón carecen de espíritu competitivo, están sobrados de resignación y se desmoronan ante la adversidad, que es lo peor que le puede suceder a un grupo deportivo.

Ese ha sido precisamente el poso que nos dejó ayer el partido. Ver a un Athletic sólido y forjado. ¿O no es para tanto, dada la miseria valencianista? Esta noria aún debe dar muchas vueltas, pero ahora la ilusión vuelve a florecer.