Aquello que no tenía nada que ver
Rajoy se ampara en el mismo marco internacional del que siempre ha huido a la hora de buscar modelos de solución
DESPUÉS de lustros amasando el argumento de que los conflictos internos del Estado español no tienen nada que ver con las soluciones externas definidas, pactadas, practicadas y aplicadas en otros lugares del mundo, resulta que en sus estertores finales el Gobierno de Mariano Rajoy ha decidido internacionalizar su incapacidad para dar solución a las reivindicaciones nacionales de los catalanes.
Resulta todo tan poco natural que a Felipe de Borbón se le saltaban los tics cuando la traductora de Barack Obama confundió la frase de su presidente y pareció que decía algo distinto de lo pactado. Que era aquello de la “España unida y fuerte” y no una “unión más fuerte de Estados Unidos con España”, que es lo que vino a traducir y tuvo que matizar luego el ministro Margallo. El titular español de Exteriores ha sido un descubrimiento. Es la voz más autorizada sobre Catalunya hasta que provoca su desautorización en riada cuando habla de reformar la Constitución, reconocer el hecho nacional y cederle el IRPF.
Se lo perdonan porque se ha currado las declaraciones de Merkel, de Cameron y de Obama, más genéricas las de este último como corresponde a la distancia. Sabemos que el caramelo de Merkel le ha costado -perdón, quiero decir ha coincidido- con un giro de 180 grados del Gobierno español en su voluntad inicial de minimizar el número de refugiados que estaba dispuesto a acoger -empezó regateando por rebajar los primeros 4.000 y ha acabado por aceptar casi 20.000-. Está por ver el precio de Cameron y el de Obama.
Así que, llegados a este punto, el absurdo total es que Rajoy precise sustituir su falta de proyecto interno por discursos de mandatarios extranjeros. Los mensajes de todos ellos suenan a corporativismo de club de latifundistas y eso obliga a medir el guion. Hubiera sido absurdo, por ejemplo, que el mensaje de Merkel sobre el respeto a los límites territoriales dentro de la UE -que en el origen del proyecto europeo tiene más que ver con el compromiso de no agredirse que con el de no segregarse por propia voluntad- lo hubiera pronunciado David Cameron mientras prepara su referéndum sobre la salida británica de la Unión.
El malabarismo del PP se desfonda por su propio peso. Para atribuir algún valor a las palabras de Cameron en el caso catalán -o vasco- habría que haberle dado otro equivalente a su modelo pactado de decisión escocesa y aplicarlo también al Estado español. Como con Obama, habida cuenta de que la fórmula de libre asociación que mantiene su país con Puerto Rico tampoco les interesó a populares y socialistas españoles cuando la incorporó el Parlamento Vasco en su propuesta de Nuevo Estatuto.
El tancredismo de Rajoy raya la pérdida de contacto con la realidad. Ayer sostuvo que lo de Catalunya -o Euskadi- va en contra de los tiempos, que son de ceder soberanía a entidades supranacionales. Pero en Catalunya y Euskadi no falta voluntad de ceder parte de su soberanía, una vez reconocida, a entidades supranacionales. Es la entidad estatal, tal y como se concibe a sí misma, la que tiene un problema de sostenibilidad y por eso es incapaz de reconocerlas.