Parecía todo tan bonito
Parecía todo tan bonito aquel 27 de agosto, en plena Aste Nagusia, con San Mamés reluciente en la cálida noche, como una nave espacial a punto de partir rumbo a las estrellas repleta de hinchas la mar de felices. Acoplados en la nueva casa, tan hermosa, cómoda y amplia, saltaron lágrimas de emoción, no en vano el Athletic había superado sin ningún género de dudas al Nápoles, aquel dificilísimo rival que le había tocado en suerte en la eliminatoria previa para entrar en la Champions, la liga donde compiten los mejores equipos del mundo y se gana un montón de dinero a poco bien que se dé el asunto. Luego vino el sorteo: Oporto, Shakhtar Donetsk y BATE Borisov. ¡Pan comido! Porque, ¿quién no se vio en octavos?, ¡que pase el siguiente!, aunque el siguiente sea el glamouroso PSG de Zlatan Ibrahimovic o el áspero Chelsea de Jose Mourinho.
Resulta que aquel elenco de héroes que hace apenas un mes nos arrebataron los sentidos se ha transfigurado en una piña de desgarramantas. Borisov, ciudad famosa por la batalla en la que el ejército de Napoleón sufrió una de sus mayores derrotas durante su retirada tras la invasión a Rusia, parece un lugar tan lejano como lúgubre. Y el BATE, el capricho de Anatoly Kapsky, uno de los hombres más ricos y poderosos de Bielorrusia, ahora tiene toda la traza de equipo implacable, que ya fue capaz de vencer al mismísimo Bayern de Múnich (3-1) hace un par de años y aguarda al Athletic con la guadaña en la mano dispuesto a cercenar el sueño europeo de un tajo atroz.
Porque la derrota frente al BATE prácticamente supondría decirle adiós a la aventura continental cuando apenas balbucea, como ya le hemos dicho prácticamente adiós a la posibilidad de competir en la próxima edición de la Liga de Campeones, teniendo en cuenta que tras la sexta jornada liguera el Athletic se encuentra a nueve puntos del cuarto clasificado, lugar que hoy ocupa el Sevilla que, junto al Valencia, se ha encaramado en esa ambiciosa lucha junto al Barça, Real Madrid y Atlético, y el tema pinta tan mal que a lo peor...
Porque el Athletic sólo ha sumado un punto de nueve posibles ante rivales de menor entidad, y así se les puede considerar al Granada, Rayo y Eibar. Porque 284 minutos sin marcar en San Mamés, el peor registro en las últimas 19 temporadas, puede ser una mala racha, pero después de ver desfilar por el césped de La Catedral a los impávidos Guillermo y Viguera o a Aduriz y su soledad uno siente atracción morbosa hacia el misterio que envuelve a Kike Sola, de súbito desaparecido sin haber entrado ni tan siquiera en combate. Ernesto Valverde no ha dado razones al respecto, como tampoco tiene reparos en mostrar su impotencia y perplejidad ante el palmario desmoronamiento futbolístico y mental que padecen sus hombres; o su incapacidad para encontrar una solución a la pérdida estratégica de Ander Herrera.
Así que, muchachos, repasen con frenesí el vídeo del Athletic-Nápoles en las cuatro horas largas de avión rumbo a Bielorrusia. Recuperen la autoestima. Y, sobre todo, ganen en Borisov, ánimo muchachos, por la cuenta que nos trae.
Dicho lo cual, ya estoy notando que me vengo arriba. Veo a Herrera, uno de los hipotéticos implicados en el presunto amaño del Zaragoza-Levante, judicialmente inhabilitado por dos años, y santa rita, rita los 36 millones querido Mánchester United ya no se quitan. ¿Que fue descorazonador el 0-0 ante el Eibar?, pero criatura del alma, si el Athletic ha escalado dos puestos en la tabla y sale de los lugares de descenso. ¡Ah!, es verdad, que el próximo domingo aguarda el Madrid en el Santiago Bernabéu, ¿pero acaso la Real Sociedad, que tampoco está para tirar cohetes, no remontó un 0-2 y derrotó con un contundente 4-2 al insigne contrincante? Y encima el técnico rojiblanco seguro que aprovechará la coyuntura para dar descanso a media docena de titulares, ¿verdad míster?, porque, de perdidos, qué mejor día para rotar, ¿no?
A la espera de respuestas (¿el año pasado el Athletic rindió por encima de sus capacidades?; ¿es ahora que lo hace por debajo?) entregémonos a la proverbial paciencia, que no resignación, y tampoco perdamos la perspectiva.