eS lo que hay. La sociedad occidental, desnortada por la crisis, sufre una especie de perturbación ética que tolera el despliegue mediático de la artillería pesada laudatoria que esta semana ha rendido homenaje a Emilio Botín, mediante el uso y abuso de múltiples epítetos que no voy a repetir en estas líneas. Para mí, este ambiente es más fantasioso que real como si tratara de crear una leyenda mítica en la que el éxito de acumular riqueza fuera una virtud.

Bien está ser respetuoso con el fallecido y con su familia. Dejémosle partir en medio de la consideración que se merece todo ser humano y quienes lloran su pérdida. Empero, no hagamos causa común con floreos gratuitos.

Su figura pública como banquero y, sobre todo, el desenlace e implicaciones sociales de sus decisiones no pueden quedar en el olvido, envuelto en bruma panegírica. Sería tanto como ofender la memoria de otros seres humanos, iguales en dignidad a quien ha dejado este mundo, que sufren las consecuencias de sus obras. Es compatible el respeto a la persona con la censura, si lo merece, a sus dictámenes y Botín simboliza el poder financiero y la desmesura de los ricos insaciables.

Puestos a subsanar errores conceptuales, no es cierto que la banca tenga o quiera tener buenas relaciones con el gobierno de turno. Sino al revés. Son los gobiernos los interesados en mantener buenas relaciones con el poder de los banqueros. Los políticos son conscientes de cuánta verdad se esconde en la fábula del halcón y el ruiseñor, escrita por Hesíodo en su obra

Trabajos y días, que recojo textualmente:

Ahora contaré una fábula a los reyes, aunque sean sabios:

Así habló un halcón a un ruiseñor de variopinto cuello mientras le llevaba muy alto, entre las nubes, atrapado con sus garras. Este gemía lastimosamente, ensartado entre las corvas uñas y aquél, en tono de superioridad, le dirigió estas palabras.

“¡Infeliz! ¿Por qué chillas? Ahora te tiene en su poder uno mucho más poderoso. Irás a donde yo te lleve por muy cantor que seas y me servirás de comida si quiero o te dejaré libre. ¡Loco es el que quiere ponerse a la altura de los más fuertes! Se ve privado de la victoria y además de sufrir vejaciones, es maltratado”. Así dijo el halcón de rápido vuelo, ave de amplias alas.

el avaro de moliere

Desde que estalló la crisis, el poder financiero ha demostrado no conocer límites sociales y éticos para sus objetivos. Tras siete años de miserias, el ‘halcón’, causante de la crisis, nos sigue teniendo atrapados en sus garras, somos la comida para su insaciable apetito y exige nuestro silencio, aunque seamos infelices. Ahora bien, el halcón tiene ojos, rostros y nombres. Uno de ellos es el difunto Emilio Botín, quien hace poco años regularizó una cuenta secreta que tenía en Suiza pagando 200 millones de euros a la Hacienda española. ¿Es esta la imagen del hombre a quien “no le importaba nada el dinero”? según su hermano Jaime.

Sin desempolvar recuerdos muy antiguos, el Banco Santander ha estado implicado en casi todos los grandes escándalos financieros que han surgido, no a nivel español, sino mundial. Botín se ha sentado en el banquillo de la Audiencia Nacional por el caso de las primas únicas. Ha tenido que indemnizar a miles de clientes por la quiebra de Lehman Brothers, por la estafa de Bernard Madoff o por la emisión de preferentes. También ha sido multado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores. En definitiva, el coste de estas ‘anomalías’, bajo la responsabilidad de Botín, se ha saldado con cientos de millones de euros de pérdidas y muchas personas arruinadas.

Repasando esta trayectoria, más parece ser el resumen de ‘La escuela de la mentira’, como también se conoce a la célebre comedia ‘El avaro’, escrita por Moliere y estrenada en 1668. Por ello, y para terminar, recojo aquí una frase del comediógrafo francés: “Todos los vicios, con tal de que estén de moda, pasan por virtudes”.