BCE: Estimulante o paliativo
bien..., vale..., de acuerdo. Aceptemos ‘pulpo como animal de compañía’. O, lo que viene a ser igual en esta ocasión, aceptemos que el puñetazo de Mario Draghi sobre la mesa del BCE, poco después de las 14.00 horas del pasado jueves, formaliza la puesta en marcha de medidas importantes para la economía europea, pero también suena a una llamada de atención tanto para los gobiernos de la zona euro, alguno de los cuales relaciona su economía con “raíces vigorosas”, como para la propia Comisión Europea, que tres meses y medio después de las elecciones aún no ha formado el Colegio de Comisarios que debe dirigir los designios de la UE.
Y, puestos a reconocer, hagamos un ejercicio de voluntad y credibilidad para asignar a los dirigentes europeos destreza intelectual, política y moral para pilotar la nave social en medio de la interminable tormenta que sufrimos desde hace siete años. Dicho lo cual, afloran las dudas sobre cómo y cuándo serán capaces de solucionar el más grave problema que afecta a millones de ciudadanos europeos, cual es la creación de empleo y la restitución de un estado de bienestar desgarrado en mil pedazos. Porque de nada sirven las medidas del BCE o las raíces vigorosas de Rajoy si solo contribuyen a incrementar los beneficios de la banca y las grandes empresas.
De momento, la bajada de tipos de interés en la zona euro o la anunciada compra de deuda pública y privada, solo se deja sentir en el mercado de renta variable porque los inversores (personas que no sufren el paro, los desahucios o la falta de comida para sus hijos) no ven atractivo el negocio de la deuda pública y pondrán sus dineros al servicio de la especulación bursátil. De hecho, en las últimas dos sesiones de la pasada semana, se han registrado importantes y generalizadas subidas en la cotización de los valores con especial incidencia en la banca.
SIN BRÚJULA Aquí tenemos el mejor ejemplo de la falta de coherencia entre lo que dicen unos y hacen otros. Las palabras de Draghi abren un nuevo acto en el drama económico, adjuntan una amonestación a los Gobiernos de la UE y una advertencia de la creciente fragilidad de la economía europea (revisión a la baja en el crecimiento del PIB y riesgo de deflación), pero los hechos demuestran que el poder financiero pone su empeño en pedir ayudas públicas cuando las necesita y desmarcarse de las carencias y estrecheces sociales.
Para muestra, un botón: la banca española ha recibido miles de millones de euros en ayudas públicas, al tiempo que cerraba más de 10.000 sucursales desde 2009 y reducía (¿por qué no decir destruir?) en 51.720 personas (19% del total) el número de empleados. Sin embargo, sigue sin abrir el grifo de los créditos. No se trata de ser permisivos en las condiciones cualitativas que garantizan la devolución del préstamo, sino que se reduzcan los altos tipos de interés que quiere cobrar a empresas y familias que necesitan dinero para ampliar sus negocios o comprar una vivienda. Es decir, para estimular realmente la economía.
Esta pauta también es válida para las empresas del Ibex 35: han ganado más de 14.000 millones de euros en el primer semestre de este año y en ejercicios precedentes, más de 30.000 trabajadores de sus plantillas se vieran afectados por EREs de extinción, suspensión temporal o reducción de jornada.
Dudo que las palabras e intenciones de Draghi estimulen el mercado crediticio o la creación de empleo. Entonces..., a qué viene tanto revuelo..., ¿por qué y para qué bajar el precio oficial del dinero? ¿por qué anunciar la intención de comprar deuda pública y privada? ¿por qué aumentar el interés negativo de los depósitos en el BCE? ¿por qué? ¿No será (pregunto) que la tendencia económica no es tan positiva como rezan los mensajes publicitarios de los gobiernos conservadores?
No nos engañemos. El pulpo no es animal doméstico, como las medidas de Draghi no son estímulos para la economía europea que, atrapada y volátil en una dolorosa espiral sin brújula, se arrastra por el pantano de la deuda. Corresponde a los gobiernos habilitar una política fiscal que incremente el poder adquisitivo de las familias más necesitadas, junto a una inversión pública que actúe como el motor de arranque de ese motor de combustión que es la economía.
Esto no va bien. Falta sentido común, ético y social.