el dengue es una de las enfermedades más extendidas del mundo. Casi el 40% de la población vive en las regiones tropicales y subtropicales del planeta, donde es muy fácil contraerla. Se encuentra, además, en plena expansión, pues su transmisión ha aumentado mucho, sobre todo en zonas urbanas y semiurbanas. El dengue es una infección vírica transmitida por mosquitos, principalmente de la especie Aedes aegypti. Se suelen distinguir el dengue y el dengue grave o hemorrágico. Este segundo es una modalidad mucho más peligrosa que el normal y en la actualidad es una de las principales causas de muerte infantil en América Latina y Asia. Aunque los europeos creemos estar a salvo de la enfermedad, ya ha habido transmisiones locales en Francia y en Croacia y brotes epidémicos en el sur de los Estados Unidos y de China. Además, en Asia hay otro mosquito -Aedes albopictus- que también transmite el dengue y que se ha propagado a Canadá, Estados Unidos y Europa, debido al comercio internacional de neumáticos usados y de otros productos, como el bambú, en los que le gusta reproducirse. Este mosquito es más resistente que su congénere, pues tolera temperaturas mucho más bajas que aquél y por esa razón es muy fácil que se expanda por los países occidentales.

No hay vacunas ni tratamientos específicos para combatir el dengue. Precisamente por esa razón se han empezado a desarrollar estrategias alternativas. La empresa británica Oxitec ha desarrollado una variedad de Aedes aegypti cuyos machos tienen un rasgo que provoca su muerte tras uno o dos días viviendo en condiciones naturales. Ese rasgo es heredable, o sea, se transmite a la descendencia. Por ello, al reproducirse, los nuevos mosquitos también mueren en poco tiempo. El proyecto de Oxitec consiste en liberar mosquitos macho -porque no pican- y dejar que se apareen con las hembras, que son las que pican y transmiten la enfermedad. Se trata de liberar muchos mosquitos machos transgénicos, de manera que sea mucho más probable que las hembras se apareen con mosquitos transgénicos en vez de con mosquitos normales. De esa forma, como la mayoría de los progenitores machos morirían antes de picar a nadie y antes de volverse a reproducir, las poblaciones de la especie se verían muy mermadas en poco tiempo y el número de contagios de dengue descendería mucho.

Hace unos días se ha dado a conocer que el gobierno brasileño ha autorizado una prueba con esos mosquitos en una amplia zona del noreste del país, un área muy afectada por la enfermedad. Y si la prueba tiene éxito, el programa se extenderá a otras zonas del Brasil. Otros países, como Panamá pondrán en marcha próximamente iniciativas similares, y las autoridades norteamericanas valoran hacer lo propio en los Cayos de Florida. El programa piloto ha sido recibido con una gran esperanza por parte de la población afectada, algo que, sin duda, parece perfectamente comprensible.

Como era de esperar, el programa brasileño no ha pasado desapercibido para ciertas organizaciones europeas y norteamericanas, que han protestado por la liberación de animales transgénicos sin que, a su juicio, se haya actuado con la debida transparencia en relación con los riesgos potenciales. Por otro lado, hay científicos que se muestran escépticos sobre las posibilidades de éxito del programa. A unos y otros, el responsable brasileño de desarrollar las pruebas piloto, Aldo Malavasi, ha dado una respuesta contundente: "el dengue es un problema en países pobres, en Latinoamérica, África y Asia; no me preocupan los europeos; no me preocupo de vosotros, gringos; lo que quiero es ayudar a la gente de África, Latinoamérica y Asia".