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Lo peor o lo mejor, está por llegar

LOS últimos datos parecen confirmar la idea de que se ha frenado el declive económico (recesión y destrucción de empleo), motivo por el que algunos políticos se atreven a manifestar públicamente que lo peor de la crisis ha pasado. Es un error mayúsculo, porque su origen no reside en un diagnóstico correcto, sino en la mezquindad de esas estrategias políticas y electoralistas que tratan de arrimar el ascua a su sardina. En estos últimos años hemos aprendido que no hay eficacia sin una evaluación correcta, ni se puede estimular el consumo sin medios para ello. En definitiva, no se puede vivir permanentemente de una política de maquillajes.

Después de una catástrofe, y esta crisis lo ha sido en grado superlativo, resta por hacer lo más difícil: la reconstrucción de todo cuánto ha quedado arrasado. Es decir, volver a la situación anterior al tsunami, pero, eso sí, sin caer en los mismos errores (especulación financiera e inmobiliaria) que propiciaron el desastre y la destrucción de 3,7 millones de puestos de trabajo en el Estado español, una caída superior al 11% en el consumo privado y un descenso del 7,2% del PIB, según datos estadísticos oficiales.

El enfermo (la economía española) está muy débil y sin las defensas necesarias para recuperar el vigor perdido. La situación en el País Vasco es menos mala, lo que no debe interpretarse como menos grave, porque los retos de futuro proyectan más sombras que luces. Si no somos capaces de fortalecer los sectores clave de la economía vasca, la debilidad actual será el caldo de cultivo idóneo para nuevas recaídas como consecuencia de la acción depredadora del capitalismo financiero que introduce, como factor decisivo, una especie de selección natural darwiniana que favorecerá a las regiones industriales fuertes, innovadoras y competitivas.

El plan industrial Es, por tanto, obligado diseñar, con claridad y altura de miras, una hoja de ruta económica realista para la reconstrucción del tejido industrial vasco. En este sentido, cabe destacar el Plan de Industrialización 2014-2016 que está elaborando el Gobierno Vasco y que, según el lehendakari Urkullu, será presentado en un plazo de cuatro semanas. El objetivo, al margen de una fuerte inversión, reside en establecer las bases en las que la industria vasca desarrolle todo su potencial en el futuro para superar los nuevos retos de un mercado internacional, abierto, exigente y cambiante.

No será tarea fácil, pero tampoco imposible, si el plan se diseña con la participación de todos los agentes económicos y sociales, al tiempo que se aprueba con el consenso generalizado del Parlamento Vasco. El deterioro socio-económico provocado por la crisis y los retos de futuro demandan una actitud positiva por parte de todos (incluidos los partidos políticos) ante la gran importancia de algunos ingredientes estratégicos, como pueden ser:Formación profesional e interrelación entre universidad y empresa para ser más competitivos en el conocimiento y los procesos productivos.

Mayor colaboración de las empresas en temas de innovación e internacionalización que permita mejorar los recursos destinados y los resultados obtenidos en I+D+i.Favorecer estrategias empresariales que permitan incrementar la exportación y/o proyecten un mayor atractivo para la inversión.

Restablecer el diálogo empresas-sindicatos. Poner énfasis en mejorar la sostenibilidad medioambiental del modelo de desarrollo económico. Podríamos seguir con la en referencia a la mejora de las infraestructuras públicas, la transparencia empresarial, programas de enseñanza compartida con universidades y centros de formación profesional, etc. Todo ello requiere, insisto, de unos partidos políticos que deben mirar menos a las elecciones para fijarse más en las necesidades de la sociedad.

Ser o no ser capaces del consenso nos llevará a lo mejor o lo peor que está por llegar.