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Una noche de paz y reivindicación

Una noche de paz y reivindicaciónFOTO: ZIGOR ALKORTA

la chapucilla de los micrófonos, que impidió a Amets Arzallus completar su bertso y a Maialen Lujanbio darle sagaz respuesta se quedó en eso, en chascarrillo, aunque una sensación de ridículo recorrió las tripas de San Mamés. No funcionaron los micrófonos de los avezados bertsolaris, que no sabían cómo escapar del entuerto; ni ellos ni nadie; pero tampoco funcionó la megafonía cuando los futbolistas de Perú y de Euskadi se disponían a escuchar con marcialidad los respectivos himnos.

Los jugadores estaba desconcertados. Dudaban entre romper filas y mover sus cuerpos para no quedarse fríos con tan largo protocolo o aguardar a que el problema tuviera solución, mayormente antes de tomarse las uvas. Porque el partido era un amistoso y el rival, una perita en dulce, cierto. Pero el trasfondo del asunto, la reivindicación del derecho que tienen las selecciones vascas a competir internacionalmente no es ninguna broma, como tampoco lo es su puesta en escena, que requiere una solemnidad y respeto mínimos.

Sin embargo todo se fue al garete ante la mirada del lehendakari Iñigo Urkullu y séquito, que desde el palco asistieron impertérritos y con gesto adusto (y supongo que con una incómoda sensación de vergüenza ajena) al fallo técnico y sus consecuencias. Abajo, hombres trajeados pululaban móvil en mano agitándose conturbados e impotentes. Por fin alguien tomó la decisión: que empiece el partido (al menos la iluminación del estadio ¡funciona!).

Y comenzó el partido, y el equipo de Euskadi le dio una tunda futbolística al combinado de Perú, convertido en un indolente sparring. La afición se lo pasó en grande animando a los suyos, celebrando los goles y pidiendo la oficialidad de las selecciones vascas. Y hasta hubo himnos, corregido el fallo, instantes antes de iniciarse la segunda parte.

El caso del micrófono que se quedó mudo, con todo, se diluye en la mera anécdota y la noticia que dio la vuelta al mundo, lo verdaderamente importante, fue el partido de fútbol y su mensaje. Nada más y nada menos. Porque el año pasado el que dio la vuelta al mundo no fue ni el partido ni el mensaje, sino una especie de apocalipsis now que tuvo su epicentro en Anoeta, donde los nostálgicos de la kale borroka se congregaron en horda para arrasarlo todo mientras avisaban: legalizar la Euskal Selekzioa, que la seguiremos allá por donde juegue con bengalas, petardos del calibre diez y otras cosillas concebidas para reventar.

Los nostálgicos de la kale borroka y sus cosillas concebidas para reventar brillaron por su ausencia en San Mamés. Solo ardieron las bengalas en la kalejira previa, y en la procesión se agotó su fulgor humeante. En San Mamés, ni asomo. Qué bien.

La fiesta transcurrió en paz, y probablemente en ello influyeron las severas medidas de seguridad anunciadas con antelación y reiteración. Puede que también la lección extraída en el partido ante Bolivia del pasado año: esos desmanes solo provocaron indignación y más rechazo. Quizá, además, hubo un aviso de sus autoridades morales: chicos, después del comunicado emitido por los presos de ETA solo faltaba que vosotros boicoteéis el órdago lanzado.

Pero a San Mamés asistieron muchas menos personas que en ediciones anteriores, y en esta merma de público tal vez tuvo mucho que ver el miedo a las hordas en un partido donde antaño se congregaba gente inhabitual en los encuentros de La Catedral. Familias; cuadrillas de niños cargados de la ilusión ante el espectáculo prometido y la posibilidad de ver de cerca a sus figuras.

Sobre el campo de juego, los futbolistas de la selección de Euskadi hicieron todo lo posible por responder a las expectativas creadas. Euskadi tiene una selección competitiva, reflejo sin duda del excelente momento por el que atraviesan los dos equipos más potentes del país, el Athletic y la Real Sociedad, que el próximo domingo disputarán en Anoeta un partido la mar de interesante. Ambos aspiran a la cuarta plaza del campeonato, ahora y cuando la competición concluya. En juego está la Liga de Campeones, donde reina el prestigio y fluye el dinero.

Aduriz y Agirretxe afilaron sus garras anotando dos goles. Los jugadores de ambos equipos se hicieron carantoñas con la zamarra verde; y también las aficiones de sendos bandos, que acudirán juntas y en alegre biribilketa al estadio txuri-urdin. Como en los viejos tiempos. ¿No?