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Aquí, no

La Constitución española de 1978 es presentada todavía como el mejor seguro contra aquella dictadura que nos condicionó tanto la vida y que, aún hoy, sigue presente. No seré yo quien menosprecie en su integridad ni esta ni otras cartas magnas puesto que, gusten o no, recogen al menos parte de los derechos de la ciudadanía. Ni blanco ni negro pero aquí no consiguió el apoyo que machaconamente intentan demostrar quienes no deben tener la seguridad de que fuera así.

Tanta insistencia me recuerda los testamentos políticos de los reyes godos que al morir ensalzaban sus reinados haciendo la lista de sus logros y conquistas. Todos y cada uno de ellos se vanagloriaron de haber dominado al pueblo vasco y repetían et domuit vascones.

Tanta reiteración dejaba en evidencia que ninguno lo había conseguido. Algo parecido sucede con esa Constitución a la que todavía necesitan defender 35 años después, obviando los datos que demuestran que no fue refrendada mayoritariamente en las provincias vascas del sur.

La contradicción la acompañó desde el primer momento si atendemos a sus apoyos y rechazos, con curiosidades surrealistas como que la ORT y el PTE, partidos de izquierdas de adscripción maoísta, la apoyaran. O que coincidieran en el voto negativo Euskadiko Ezkerra, Herri Batasuna, BNPG o ERC con partidos fascistas y de ultraderecha como FE-JONS o Fuerza Nueva. Por su parte, el PNV y pequeños partidos de izquierda hicieron campaña por la abstención.

Un miércoles 6 de diciembre -entonces daban fiesta para que la gente fuera a votar- la pregunta trampa fue si la ciudadanía aprobaba o no un proyecto de Constitución en la que la monarquía heredera del dictador ni siquiera podía cuestionarse. Eran tiempos revueltos en los que los fascistas no se andaban con tonterías, lo que no justifica que debiera aceptarse como si de la palabra de Dios se tratara. Se podía y se puede cuestionar por puro ejercicio democrático.

Los datos globales del Estado fueron de un 87'78% de votos afirmativos. Hasta aquí aparente exitazo. Lo que no cuentan los y las voceros que la defienden es que esa victoria fue bastante menos rotunda de lo que dicen, ya que había votado el 58'97% del censo electoral y no más.

Si atendemos a lo que sucedió en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, encontramos que participó mucha menos gente: el 44'65% de las personas con derecho a voto. Bastante menos de la mitad y encima un 24% dijo no. Nafarroa tampoco apoyó, como dicen, masivamente el texto constitucional. Votó el 66'6% del censo y, aunque ganó el sí, sumando los datos reales de la abstención activa más el no, se manifestó en contra el 50'32%.

Muchos años después vemos que en este caso no se cumple lo de quien calla otorga. Los datos nos ofrecen la evidencia de que no fue respaldada por la mayoría del censo electoral vasco. Y lo peor es que ni siquiera es una señal de alarma que hoy continúe produciendo una gran desconfianza principalmente porque no recoge el necesario respeto a los derechos y existencia del pueblo vasco. Esta Constitución no es algo propio y de ahí su rechazo.