La primera consecuencia es evidente: a partir de ahora y hasta que no soplen vientos tenebrosos, el objetivo del Athletic es pelear por la cuarta plaza, o sea, por un puesto en la Liga de Campeones, que es el lugar que le corresponde al equipo rojiblanco tras vencer al poderoso Barça en buena ley, circunstancia que sólo el Ajax, el pasado martes, había sido capaz de conseguir en la presente temporada.
Consumada la primera derrota blaugrana en 21 partidos, una corriente de crítica desmesurada se abatió contra el equipo culé y despellejó al Tata Martino, que por mucho que se desgañitara en proclamar su asombro ante semejante desmesura no hubo manera de contener la avalancha de reproches. Lo peor del caso es que los jugadores reconocieron que estuvieron espesos frente al conjunto holandés, y también escasos de espíritu competitivo, circunstancias ambas que sin duda corregirían en San Mamés, dijeron al unísono, lo cual cernía mala sombra en las vísperas del clásico.
Vaya por Dios. Lo que faltaba. Estos tíos vienen cabreados y con la boca llena de propósitos de enmienda. Y aquí surge la sorpresa, para qué nos vamos a engañar. La capacidad que mostró el Athletic en desmadejar la enorme calidad futbolística de su insigne rival nos dejó atónitos, pero más aún su pericia para redondear la faena con una victoria convincente.
Gorka Iraizoz estuvo otra vez estupendo, pero escaso de trabajo teniendo en cuenta la lata que suelen dar estos virtuosos del balón. Neymar parecía calzar patinetes en vez de botas de fútbol y fue amonestado por el árbitro, sobrepasado por la crispación, nerviosismo e impotencia. Todo un síntoma. Como también lo fue la ausencia del genial Xavi, cuyo juego acabó estrangulado por la buena disposición táctica propuesta por Ernesto Valverde. Poco se supo de Andrés Iniesta, y menos de Alexis. Balenziaga cuajó su mejor partido desde que regresó al seno rojiblanco, llenando de contenido ese agujero negro en el que se había convertido la banda izquierda, un lugar desde el cual Iker Muniain también está recobrando la categoría soñada firmando el gol que dio al Athletic un triunfo ¿insospechado? ¡Ay si Toquero, referencia proverbial del generoso esfuerzo realizado por todos los discípulos de Valverde, hubiera tenido además pericia en los tres remates claros que dispuso ante la portería de Pinto...!
Llegaba el Barça a San Mamés amenazando con cubrir el baldón de Amsterdam con una reacción briosa y convincente, acabando de paso con la imbatibilidad del Athletic en su flamante estadio, y resulta que el primer clásico de la nueva época nos ha retrotraído a los viejos tiempos, cuando el Barça mordía el polvo con absoluta contumacia. Después de veinte partidos consecutivos sin poder doblegar al coloso azulgrana la descomunal mala racha se rompe al abrigo de su moderna casa. Ha sido precisamente frente al Barça cuando el Athletic ha cuajado un partido casi redondo de principio a fin, sin necesidad de recurrir a la épica y un vigor descomunal para doblegar a rivales de escaso pedigrí, lo cual provoca la ilusión por lo que puede venir, a poco que mantenga una línea similar.
No hay otra. Salvo los tres de arriba, no existe y en la Liga ningún otro equipo que haya mostrado más argumentos futbolísticos que el Athletic, pese a la irregularidad de su juego. Quizá el Villarreal, pero fue claramente superado por el equipo bilbaino a su paso por San Mamés.
Llegó el Barça herido en su orgullo y se marcha bajo el rigor de una derrota justa, que probablemente desencadenará una crisis de calado, cuestionado por su vulgar estilo de juego, la añoranza por Pep Guardiola y la exquisitez suprema vivida hace tan poco; sintiéndose huérfanos de Leo Messi, convaleciente en Argentina de su última lesión, cuando mantiene una plantilla repleta de talento.
Después del 0-6 que el Athletic recibió en marzo de 1991 frente a las huestes azulgranas, la mayor derrota en casa en la historia rojiblanca; después de las dos finales de Copa perdidas bajo el signo de la humillación ante el considerado mejor equipo del mundo; después de prometer una despiadada reacción tras el fiasco ante el Ajax, el triunfo rojiblanco ha removido las tripas del hincha más templado.
Ya nos imaginamos días de gloria, y damos por hecho que el objetivo es la mismísima Champions.