Síguenos en redes sociales:

(Carta desde el más allá) Querido Athletic:

Me duele en el alma no poder estar en persona con vosotros, con ustedes los futbolistas y con el pueblo que os acompaña, la próxima noche del 1 de diciembre. Comparto, eso sí, los nervios y la esperanza, ese calambre de pie dormido que recorre el corazón de cada aficionado rojiblanco cada vez que se avecina una tormenta, uno de esos partidos grandes en San Mamés. Viene el Barcelona, otro equipo grande que nos ha acompañado a lo largo de toda la historia. Qué pena no poder saludaros, no sentir ese escalofrío en este nuevo San Mamés que tanto me gusta.

Aquí, donde estoy ahora, ya no queda ninguna duda: está consagrada como una nueva Catedral. Me lo repiten los arcángeles Zarra, Piru Gainza y tantos otros y cuanto aficionado al Athletic me tropiezo. ¿Cómo? ¿No me creen? El cielo es rojiblanco. Me queda la duda de si no se han engalanado por aquello del bien cumplir, pero he visto piantar algún que otro lagrimón al escuchar el viejo irrintzi de aquel ¡Athleeeeeeetic! piel de gallina y no creo que aquí, entre santos y gentes de bien, se prodiguen las lágrimas de cocodrilo. Yo creo que son lágrimas de emoción sincera.

No veré esa noche en directo vuestro triunfo pero no receléis. Soy un hombre que nunca engañó a su equipo -algo de poco mérito por tanto como lo amo...- y ya he sacado mi entrada allá en Tribuna Principal Alta, muy alta. Os envío, espero que llegue, un viento que os lleve el viejo espíritu de San Mamés para vencer al dragón blaugrana de siete cabezas, el aliento de una tierra sagrada que, como bien sabéis, jamás ha pisado un equipo más grande que el Athletic. Creedme que es así. Yo he visto gestas más grandes que esta que os pido. Yo he visto al Athletic campeón.

¡Cómo os envidio! A todos: a los jugadores, mis queridos leones, por supuesto. Pero también al presidente Josu Urrutia (sé por experiencia lo que se siente en esa silla eléctrica...) y a la afición, la primera que cree en los imposibles, una palabra que debiera estar prohibida en San Mamés y sus inmediaciones. Entre todas las emociones de mi vida estos partidos de alta tensión ocupan un lugar privilegiado. He vivido decenas de ellos y ninguno me defraudó, ni siquiera aquel que me hizo llorar, el terrible 7-1 del Bernabéu, con el bueno de Seneka un pelín desorientado.

Creed, creed, leones. Aquí, desde donde os escribo, me lo han confirmado: la fe mueve montañas. Se yergue ante vosotros este domingo un Everest, el todopoderoso Barcelona. ¡No acobardaos, que sois el Athletic, coño! Estoy convencido que sois capaces. Y, conmigo, una legión de hombres y mujeres que os vieron nacer en su misma tierra. Esa es vuestra fuerza, esa la ventaja que lleváis ganada.

Veis, ya empiezo a emocionarme y eso que aún faltan unos días. No sé si por estos pagos me van a permitir ver el partido con un bocadillo de tortilla de patata y una bota de vino al alcance de la mano. Me gustaría, claro que me gustaría. Allá en el palco, cuando presidía a vuestros predecesores, no pude hacerlo jamás. ¿Un bilbaino que no guarde la compostura? ¡Dónde se ha visto eso!

Dejadme que os diga algo: hay que arriesgar. Yo lo hice cuando izé la ikurriña en San Mamés, cuando di voz y voto a todo el pueblo para elegir su camino, cuando abrí las puertas de par en par a la mujer, cuando embellecí San Mamés para el Mundial -¡ay, aquella Inglaterra tan bilbaina!-, hay que comprender que hacerse viejo es ley, pero crecer... Crecer está en vuestras manos.