Una y otra vez, una y otra vez. Y dale que te pego, dale con la burra al trigo. Más allá del fondo de las decisiones que se tomen (siempre opinables, claro está...), cualquier cuestión que orbita en la galaxia Athletic levanta un oleaje crespo de opiniones contrarias o mareas de adhesión, según se tercie. Se diría que hay una legión de Don Contreras que se lanza a degüello cada vez que salta a la luz un nuevo proyecto, una decisión de esas que llaman estratégicas. De la misma manera, hay una corte de palmeros que dicen a todo amén. Y así no hay paz que valga.

Viene al caso este pensamiento por los sucesos de los últimos días. El anuncio, a trasmano, de un nuevo plan estratégico para Lezama es, visto sin dobleces, una buena noticia. Hace falta algo más que chapa y pintura, claro que sí. Pero el Athletic necesita un Cabo Cañaveral en perfecto estado de revista, un lugar donde el futbolista no brote por generación espontánea sino que se forje en eso que ha venido en llamarse el sentimiento Athletic. Sin embargo, ahí están las voces de siempre, las que acusan de un reparto de favores, de un tejemaneje, de un mangoneo y las que aseguran que no se ha acometido nada igual en la más que centenaria vida del club. Voces, voces y más voces...

Por supuesto que la opinión es libre y también da la sensación de que el asunto no debiera haber salido a la luz rodeado de mil y una noticias más (el tema tiene enjundia como para escribir un monográfico...), pero no puede ser, no señor, que cada vez que el club dé un paso adelante alguien salte con un sí pero. Ya está bien de tanta sospecha, de tanta mala baba, de tanto mirar ceñudo o de tanto elogio y tanto pedestal. Ya está bien de tanto extremo.

Ya sé que las voces discrepantes y el coro de aduladores no son mayoría, pero sí acaparan los foros, los debates, las redes sociales. En ese ring de la opiniones se cruzan guantes sin esgrima alguna, a la fea manera de las peleas tabernarias en los puertos. Y al común de los mortales rojiblancos empieza a cansarles, a cansarnos, que una y otra vez se libren batallas que no traen puntos, ni gloria, ni títulos.