El pasado jueves el diario deportivo italiano Tuttosport insertaba en su portada la siguiente frase: ¿E' solo bello? en referencia a Fernando Llorente, flamante fichaje de la Juventus de Turín y relegado a suplente del suplente. La coña con la que Tuttosport presentaba el asunto venía a cuento del partido de Liga de Campeones disputado por la Vecchia Signora la víspera, donde no pasó de un empate (1-1) ante el modesto Copenhague. La Juve se estrellaba una y otra vez contra la muralla danesa, nutrida de tipos bigardos, y ni por esas Antonio Conte optó por recurrir a Llorente a modo de ariete clásico. Por lógica cartesiana, si en una situación de urgencia un entrenador con las credenciales del juventino pasa olímpicamente de él, parece evidente que el mocetón riojano figura en el banquillo bianconero a modo de espléndido florero. Los números corroboraban semejante impresión. En seis partidos oficiales jugados por la Juve, Llorente tan solo contabilizaba dos minutos.

Junto a la graceta de Tuttosport una frase atribuida al Apache Tévez ("Para el basket puede valer, pero para el fútbol nunca tuve un compañero de ataque peor") recorrió las redes sociales como la pólvora. Pese al desmentido posterior del delantero argentino, Llorente quedaba reflejado en el escaparate internacional como un sujeto de rechifla. Se recordaba que había sido campeón del mundo y de Europa con la selección española, pero también haciendo hincapié sobre su nimia contribución a tamaño éxito, casi testimonial, pues de trece partidos apenas apareció media hora en el España-Portugal, en los octavos de final de Suráfrica'2010. Eso sí, lucía como nadie en los anuncios de la Roja, especialmente en aquel de Iberdrola rematando a modo acrobático, o sea, que menos lobos; y además, ¿acaso no se entrenó convenientemente la pasada temporada para el rol que tan bien sabe ejercer, calentando el banquillo del Athletic?

Con todo, la situación de Llorente tenía su aquel. No quiso renovar por el club bilbaino, pese a que le ofrecían un pastón, y la Juve se lo llevó sin dejar un duro en las arcas de Ibaigane encandilando al hombre con el boato de su galanura futbolística. Muchos analistas de la cosa intentan desentrañar el misterio: La Juve, en realidad, lo que pretende es vender al prenda en el mercado de invierno cuadrando un negocio estupendo, y ya se ha especulado con el Barça y Madrid como supuestos destinos.

Los hay más osados. Una vez digerida la fuga del pollo (hay que ver el dineral que se ha ahorrado Urrutia con su no renovación) y observado con reconfortante morbosidad su palmario fracaso en la Juve (¡que se joda!, proclama mayormente la hinchada), provoca conmiseración y hasta pena su mal trance, así que una cesión al Athletic, precedido por un acto de contrición público y notorio, más una rebaja sustancial en la nómina, tampoco es mala idea.

Puesta la hipótesis sobre la mesa, Rosalía, mujer romántica, vecina, y fogosa seguidora del Athletic, lo ve con buenos ojos. Confiesa: "me recuerda a una canción de Dalila, de allá por los años setenta: 'Gigi el amoroso'; que cuenta la historia de un engreído rompecorazones napolitano que hizo las américas convencido de comerse el mundo y luego regresó al pueblo con el rabo entre las piernas, pero su rostro de fracasado arrepentido provocó una ternura infinita, y fue cálidamente readmitido".

No le veo la misma disposición en Mikel, un sobrino al que regalé la camiseta de Llorente poco antes de fraguarse la espantada. Le ocasionó tal desazón su marcha que la tiene sin estrenar, colgada en su habitación boca abajo. Si no fuera porque es noble y de buen corazón, para mí que ha practicado aquelarres con ella, y como vive en un pueblo de Nafarroa cercano a Zugarramurdi...

Convertido el caso Llorente en pasto de especulaciones asombrosas y mofa universal, va Antonio Conte y ayer lo pone de titular frente el Hellas Verona; y el chico tira de repertorio, y anota un gol muy suyo, de cabeza a pase del Arturo Vidal, y da la victoria al equipo piamontés; y acaba el partido y Conte declara con naturalidad: "Llorente solamente necesita tiempo para adaptarse al calcio y coger la forma adecuada".

Y toda la tramoya aviesamente urdida sobre su triste figura se viene estrepitosamente abajo.