Qué importante es en el deporte la mentalización, sobre todo en el fútbol profesional por las pasiones levanta y lo mucho que se pone en juego. Un claro ejemplo es el Levante. Los chicos de Caparrós interiorizaron tan hondo que nada tenían que hacer con el Barça que salieron al coliseo azulgrana sin el más mínimo pudor, como diciendo ¿para qué, si total...?

Mentalizados para el desastre, el Barça pudo desplegar sin oposición todo su virtuosismo. Se divirtieron un montón los artistas del Tata Martino, que tuvo la osadía de sustituir a Leo Messi mediada la segunda parte por un tal Andrés Iniesta, que hasta entonces chupó banquillo, lo mismo que Neymar, el flamante fichaje. O sea que el técnico argentino, bajo el argumento de que hay que dosificar las fuerzas de sus hombres y el Levante inició el partido rendido y patas arriba, se tomó unas licencias que ni el mismísimo Pep Guardiola.

"Hemos salido del dentista y ahora que pase el siguiente. Parecía que viniéramos de homenaje", ironizó tras el partido Joaquín Caparrós.

A los tres minutos cayó el primer gol; a los 26 ya iban cuatro y para el descanso, la media docena. Después sólo hubo uno más, pues la fiera estaba saciada, Messi se comía los nudillos en el banquillo y hasta el más despiadado tiene su corazoncito.

Probablemente más de un avezado hincha del Athletic se acordó de una paliza de trazo similar, pero en propia carne, desgarrada en la que sigue siendo la mayor goleada recibida en toda su historia, aquel 3 de febrero de 2002, con Txetxu Rojo al mando de la tropa rojiblanca y Josu Urrutia, el actual presidente, enarbolando de pura impotencia la bandera blanca.

Por eso es tan importante la mentalización, y más en el fútbol, tan abierto a las sorpresas, aunque de antemano se dé por sentado que por lógica cartesiana el Barça debe ganar al Levante, aquel equipo áspero y tan difícil de batir. Otro tanto se podría decir del Betis, y sin embargo estuvo a punto de dar la sorpresa en el Bernabéu. Desperdició multitud de ocasiones para batir a Diego López, sorprendente sustituto de Iker Casillas (la polémica está servida), pero a tres minutos del final claudicó con un gol de Isco (2-1).

La mentalización fue precisamente una de las gratas sorpresas que exhibió el Athletic en su debut liguero frente al Valladolid, un rival asequible y a quien se le podía hincar el diente. Apareció sin embargo otro de los factores primordiales: la fortuna. Poquísimas oportunidades y dos goles, el segundo y definitivo anotado por Iker Muniain, que iguala así su récord anotador en toda la desastrosa pasada campaña. Está empeñado Ernesto Valverde en recuperar para la causa al evanescente mozo navarro, y le mantuvo a lo largo y ancho del partido pese a su empeño en hacer la guerra por su cuenta y la falta de tensión que acreditó en el tramo final, que casi le cuesta un disgusto al conjunto bilbaino.

Pero había un pálpito. Del técnico rojiblanco y del propio jugador, que nada más batir al meta rival buscó las cámaras para lanzar un mensaje a sus colegas (los brazos cruzados), como si ya lo tuviera ensayado frente al espejo y afianzado en la mente.

Valverde vislumbra lo que todos queremos ver: a Muniain asociándose armónicamente con el balón con Beñat (ya augura lo mejor) Ander Herrera, Susaeta, Iraola e incluso Iturraspe, a quien el reciente fichaje de Mikel Rico parece que le ha hecho espabilar.

También hubo el despiste habitual, lo cual permitió a un equipo con tan poco gol como el Valladolid empatar circunstancialmente el partido. La apuesta es clara: jugar más juntos, vigilar con tiento la retaguardia y tener en la pelota al mejor amigo posible. Bonito plan.

Mejor no se podía empezar, la verdad.