Horizonte 2018. Tras el paréntesis veraniego
EL tradicional y necesario paréntesis veraniego, imprescindible para recuperar energía y moral para afrontar un nuevo curso, nos deja sobre la mesa una cuestión caliente en forma de Informe y Recomendaciones del Fondo Monetario Internacional. Como consecuencia de su papel auditor de la economía española, dada su categoría de Estado controlado fruto de su situación de intervención (todo lo relativa que se quiera admitir), se ha traducido en un último documento hecho público hace unos días.
Como siempre, nos encontramos con dos lecturas diferentes según autoría y destinatario: un comunicado de prensa pactado (FMI-Gobierno español) y un Informe Oficial (solamente en inglés) con menos paños calientes.
Matices y diferencias aparte, conviene destacar unas cuantas claves recogidas en el informe:
1) Hasta el año 2018, la economía española no crecerá por encima del 1%, y según las proyecciones macroeconómicas establecidas, tan solo logrará reducir su desempleo a una tasa del 25,3%.
2) La enorme batería de modelos y reformas -tanto desde el impulso e imposición de la troika de la que el propio FMI forma parte como a iniciativa del Gobierno Rajoy- están ayudando a la estabilidad económica y a mejorar la balanza fiscal, pero no inciden en los elementos esenciales generadores de crecimiento y empleo. El verdadero reto no es otro que el empleo y su logro exige por empezar por considerarlo como un auténtico desafío y no una reforma o consecuencia más de escenarios o políticas propuestas.
3) El déficit fiscal se está reduciendo pero continuará siendo muy elevado. Se requiere flexibilidad y gradualidad para acompasar un crecimiento amigable y posibilista y no ha de responder a cifras mágicas generalizadas sino ser consecuencia de una verdadera estrategia de país.
4) El sistema financiero español se ha fortalecido pero aún mantiene elevadísimos riesgos, una escasa y débil estructura de capital, excesivos activos tóxicos y, sobre todo, demasiadas limitaciones y restricciones para facilitar el crédito a empresas y particulares.
5) La política monetaria europea no es la más adecuada para responder al reto. Gran parte de los logros de estos años se deben a las políticas de la eurozona, de la misma forma que parte de sus fracasos e insuficiencias. Contenidos, tiempos, compromisos dejan mucho que desear.
A partir de estas observaciones, podemos entrar en múltiples análisis y valoraciones. Podemos empezar por descalificar la totalidad del informe y confiar en los ya continuos y conocidos errores de prospectiva y proyección en los que suele incurrir el FMI. Podemos insistir en el carácter macroeconómico de sus referencias e incluso en el escaso conocimiento real de las economías que analiza, más allá de la documentación oficial que utilizan sus analistas expertos para alimentar su modelo único y de aplicación universal.
Podemos y debemos, también, recurrir a la confianza en la capacidad de los agentes sociales, económicos e institucionales para modificar el rumbo de las cosas y superar escenarios.
Podemos incluso dar escaso valor al FMI en sus propuestas (de hecho yo soy escasamente partidario del Fondo, su historial a lo largo del tiempo y de sus políticas aplicadas a lo largo del mundo no es excesivamente brillante). No obstante, intentemos enfrentarnos al reto real que, con toda la incredulidad que la proyección nos ofrezca, resulta inevitable: un desempleo insostenible triplicado en menos de cinco años de crisis, que no parece reducirse y, que, en su caso, no parece combatirse con las reformas pro crecimiento tradicionales. El escenario propuesto no permite ni continuismo ni resignación pasiva.
El FMI destaca en su informe una serie de medidas "indirectas" que han sido aprobadas -incluidas las últimas reformas laborales- y las da por buenas (si bien muchas de ellas no han pasado aún de su formulación), a la vez que las califica como insuficientes o ineficaces. Sugiere algunas medidas dirigidas a eliminar rigideces en el mercado de trabajo, propone, una vez más, suprimir la dualidad contractual (fijos vs. temporales), dotar de mayor flexibilidad interna a las empresas, insistir en ajustes salariales, consensuar la "correcta interpretación legal" en la administración laboral y la justicia, y, sobre todo, un cambio radical en el servicio de empleo y formación (una vez más, el obsoleto INEM y sus sustitutos autonómicos).
La opinión mediática ha hecho suyo el debate en torno a una simplificada versión de su recomendación insistente en una reducción generalizada del 10% de los salarios o una "devaluación interna de facto". Pero, al margen de la mayor o menor bondad de las medidas concretas que se sugieren, la novedad sobre la que merece la pena incidir, en esta ocasión, es su desesperado llamamiento a un verdadero elemento motor de un nuevo compromiso de cambio radical: Un compromiso-pacto por el empleo negociado entre todos los agentes implicados (gobiernos, sindicatos, patronales, trabajadores-empresarios). Nada nuevo, la consabida regla de oro. Pero, si el horizonte que se nos ofrece hasta 2018 resulta tan dramático, decepcionante y doloroso, que nos obliga a plantearnos su consideración, ¿no resulta imprescindible un esfuerzo titánico para construir un espacio absolutamente distinto al que padecemos?
El propio modelo del FMI en relación con las dinámicas de empleo en el que basa una de sus hipótesis en torno a la reducción salarial, recoge variables sobre las que poder trabajar. Un pacto previo, difícil, imprescindible como marco y cultura de una nueva manera de afrontar el futuro. Sin duda, un proceso de acuerdo de tal magnitud -ya en sí mismo quimérico si nos atenemos al estadio actual de divergencia entre los agentes implicados- requeriría centrarse en el numerador.
¿Cómo generar riqueza-empleo en un estado de bienestar sostenible? ¿Cómo eliminar las barreras de financiación para el desarrollo empresarial, incrementar la actividad exportadora y crear riqueza? ¿Cómo hacerlo redefiniendo los roles empresa-sociedad al servicio de la creación de un valor compartido?¿Cómo puede afrontarse con las limitaciones de financiación pública actual? ¿Cómo generar la confianza, respeto y autoridad necesarias para superar las trincheras sociales y políticas en que parecería nos hemos refugiado unos y otros? Suponiendo el éxito en el empeño (imposible en un acto único o en el corto plazo), habría que incidir en su convergencia con otros elementos esenciales: su interacción, empleo-actividad, con las redes de bienestar (salud, vivienda, principalmente), educativa y fiscal.
Así, lo que parece una quimera dado el estado actual de las cosas, instalados en un escenario de confrontación y desconfianza entre agentes sociales y económicos, en el marco de una ola de frustración y decepción por una política de estado que no hace sino transmitir señales negativas de desafecto (desde el papelón de la monarquía y el gobierno ya sea en su "buen hacer" de Marruecos, su gestión político-familiar-económica, sus largos procesos judiciales, el interminable proceso de los ERE, el invento mediático patriotero de Gibraltar?) resulta imprescindible.
Es el momento de poner en valor la existencia de un marco propio de relaciones laborales, la realidad de un modelo vasco, el valor diferencial de la empresa-empresario vascos y su compromiso convergente empresa-sociedad, la capacidad de exprimir nuestro autogobierno para reformular un sector publico soporte y pilar del estado de bienestar? Un renovado espacio de acuerdo para una estrategia que nos lleve a un escenario distinto al que, con todo tipo de matices, llevan las recomendaciones y condiciones del momento. No se trata de pactar por pactar o intercambiar cromos coyunturales para aguantar el temporal sino de un esfuerzo y generosidad inmensos. Sin duda, una tarea ingente de suma complejidad y resultados inciertos. Aun así, ¿tenemos otra mejor alternativa a intentarlo?
Desgraciadamente, los malos vaticinios nos han vuelto a llegar a finales de julio. El horizonte propuesto (recuperación en 2018) es decepcionante. Tomemos un respiro en este paréntesis veraniego pero, a la vuelta, afrontemos un desafío de primera magnitud. Los modelos del pasado para el crecimiento y el empleo parecen haber desaparecido. Empeñemos nuestra energía en encontrar una nueva solución.
No podemos caer en el error de esperar ni a soluciones mágicas, ni al continuismo creativo, ni al error del diagnóstico y predicciones de los organismos internacionales. Pensemos que esto pude ser peor de lo que parece, trabajemos para evitarlo y ojalá nos equivoquemos y que el resultado deseado aparezca antes de lo previsto y haya resultado, entonces, más fácil de lo imaginado.