El día de su presentación no fue muy elocuente hablando, porque eso no parece lo suyo, pero sí franco y conciso: "Soy compatible con Ander (Herrera) y con cualquier otro jugador. Me adapto a todo tipo de juego y posiciones", recalcó Beñat Etxebarria, lo cual dejó sin muchas opciones especulativas a la pléyade de analistas de la cosa futbolística que estos días andan divagando sobre la conveniencia de su fichaje y su encaje en la estructura del Athletic, teniendo en cuenta su coste, ocho millones de euros largos, y que en su día fue despedido de la casa madre con aguas destempladas.
Sucede que cuando el Athletic deja escapar a un futbolista que luego acaba triunfando en otro lugar y más tarde se le repesca siempre genera polémica, pero en lo que concierne a Beñat nadie, ni los analistas de la cosa ni los técnicos de la casa, dijo ni Pamplona al respecto, salvo para ponerle verde en su efímero debut en El Sadar con el primer equipo, en 2006, o cuando le largaron cedido al Conquense.
Los ojeadores del Betis que recomendaron su fichaje en 2009 no creyeron ver una lumbrera, aunque sí un centrocampista con posibles, por eso comenzó su andadura con los sevillanos en el filial. Y Beñat, a la primera oportunidad que tuvo la pilló la vuelo, hasta hacerse imprescindible en el equipo verdiblanco, donde tuvo la ocasión bajo la tutela de Pepe Mel de aflorar el buen fútbol que llevaba dentro.
En esto me fío un montón del ojo clínico que gasta el marqués de Del Bosque, que ya ha incluido a Beñat en su insigne tropa de peloteros, la más selecta del mundo. El seleccionador español declaró a DEIA meses antes del Mundial de Sudáfrica que tenía pensado llevarse para aquella aventura a Javi Martínez, lo cual sonó a sorpresa. Y mírenle ahora al zanquilargo centrocampista navarro, campeón del mundo y de Europa; de la Bundesliga y de la Champions tras su rentable escapada al Bayern; rompiendo récords de dinero por un fichaje en Alemania y plusmarquista hasta en salto de vallas, como demostró reapareciendo por Lezama cuan sigiloso ladrón para rescatar las pertenencias de su taquilla.
En su día, Javi Martínez fue una arriesgada apuesta por parte del Athletic, para incomodo del entonces entrenador, Javier Clemente, que había pedido a otro osasunista más consolidado como Raúl García.
Salió tan bien que el pago de su cláusula de rescisión ha permitido al club bilbaino ponerse al día con la Hacienda Foral y orquestar esta especie de operación retorno cuidando muy bien cada euro en estos tiempos de vacas flacas y con la mayoría de los clubes tan apurados por la ingente deuda que no están en condiciones de exigir las brutales cantidades que pedían antes, como bien sabe Osasuna, que no tendrá otra que soltar a Kike Sola, otro al que en su día se dejó escapar por inapropiado, a cambio de un precio razonable.
El propio Ernesto Valverde futbolista fue un caso singular, porque es la necesidad la que hace agudizar la vista. Despuntaba en el Sestao, aquí al lado, pero el Athletic sólo fue a por él cuando mostró su eficacia en el Espanyol, de donde dio el salto al Barça. Blanco y en botella.
"Me adapto a todo tipo de posiciones", repite Beñat, advirtiendo así que es una especie de camaleón, aunque lo más importante es disponer de jugadores que tengan buen trato con el balón para disfrute de la hinchada, que ya empieza a ilusionarse con la perspectiva, y proclamando su alegría por regresar a la casa del padre hecho todo un hombre.
Beñat lleva tan bien su faceta camaleónica que el camuflaje que adopta para su adaptación al medio a veces le hace desaparecer del partido. Pero el chico sigue progresando, y de qué manera, y al amparo de San Mamés.