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Yo no me lo trago

LA maraña de corrupción, los "errores" de la Agencia Tributaria española con una Borbón, los encuentros en gasolineras y un largo etcétera son el triste espectáculo que nos llega desde España. ¿Nos creemos que habrá consecuencias? ¿Habrá depuración de responsabilidades? ¿Tenemos que pagar aquí con nuestro buen gobierno lo que viene desde allí?

El esperpento del carné de identidad de Cristina de Borbón podría resultar gracioso si detrás de eso no se escondiera evitar la caída en picado de la monarquía y una cortina de humo sobre los juicios y acusaciones pendientes. Curioso que le adjudicaran ventas de un montón de fincas que no eran de su propiedad y, sin embargo, no le apareciera en sus movimientos la de su casa de Barcelona. Se me olvidaba que la adquirió una empresa de eventos que se fue al traste poco después. Por cierto, buen negocio: comprada a medio millón de euros y vendida casi a dos y medio. Ya se sabe, caprichos de la vida. Pero a usted y a mí no nos pasa.

Nada de lo que está ocurriendo es casualidad. En ese batiburrillo cada día me resulta más patente que se están moviendo intereses claros de desmantelamiento de lo que queda de bienestar en Europa. Nos machacan en el día a día con la maldita crisis que afecta a casi todas las familias. Pretenden que, como en el chiste -virgencita, virgencita?-, nos agarremos a lo poco que nos queda sin siquiera cuestionarnos lo que nos están haciendo.

Rajoy y su Gobierno recortan lo de la mayoría. ¿Qué les va a importar que se bajen las pensiones si en su jubilación no van a necesitar vivir de ellas? ¿Por qué les iba a afectar que la pobreza esté aumentando en proporción geométrica a quienes tienen asegurado el porvenir? ¿Qué más les da que los hospitales públicos funcionen peor o se privaticen si no tienen que ir a ellos? No trabaja solo. El coro se lo hacen voces cómplices que argumentan lo indefendible con una estrategia totalmente preparada para que traguemos lo que sea. Ese señor pasará a la historia como el que se cargó los derechos de la ciudadanía, no como el de la grandeza política.

Mete la tijera a todo menos a la corrupción de su partido. Se le está alargando la nariz por sus continuas mentiras del "no voy a hacer" para atacar después. Se escuda detrás de justificaciones como "mira, nos obligan desde Bruselas", o se empeña el FMI.

¿Por qué aceptar que el Fondo Monetario Internacional cuestione las autonomías y plantee bajar las pensiones, abaratar los despidos, cobrar menores salarios, debilitar la acción sindical o de la judicatura del ámbito sociolaboral entre otras lindezas?

¿Quiénes son? A mí lo primero que me vino a la cabeza son los nombres de sus tres últimos directores generales: Rodrigo Rato, al que ustedes recordarán tocando alegremente la campanita de Bankia -después la lió y lo estamos pagando a escote-; Dominique Strauss-Kahn -de triste recuerdo para las personas que creemos en el derecho a decir "no" en una relación sexual-; y Christine Lagarde, por ahora presunta colaboradora en el caso de corrupción Tapie en Francia.

Quizás pretenden que llegue el momento en que ni se nos mueva la pestaña ante todavía peores casos y asuntos. Acaso se trate de que nuestra capacidad de sorpresa vaya mermando hasta anestesiarnos por completo. No puede ser coincidencia que el día a día nos muestre tanta desfachatez y sinvergüencería sin que pase nada. No puede ser que permanezcamos impasibles.