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Los flecos de la temporada

Por las chimeneas de Ibaigane sigue sin salir la fumata blanca sobre el nuevo técnico, dando pábulo a la especulación

Los flecos de la temporada

Me imagino a Jorge Horacio, el padre de la criatura, exobrero en una fábrica de Rosario; un proletario en suma, con la mentalidad del proletario. De repente por sus manos se deslizan un porrón de millones, todos los que gana su hijo Lionel Messi, un genio del balón. En estas circunstancias, es duro ver cómo Hacienda se lleva casi la mitad de esa fortuna ganada en buena lid, y debe reconfortar bastante que afables y educados arquitectos de las finanzas te propongan entrar en un bosque lleno de vericuetos por los cuales se despista ese dinero a cambio de una módica comisión. "Es lo que hacen los millonarios. ¿Conoces alguno de estos que esté en prisión por evasión fiscal?"

Por eso resulta comprensible la tentación que tuvo alguien como Jorge Horacio, que padeció estrecheces económicas y ahora nada en la abundancia. Qué paradojas tiene la vida: tienes mucho dinero y sufres precisamente por eso. Por tener mucho dinero llega Hacienda y se lleva un buen pellizco, y resulta que ese pellizco duele como un bofetón, y te quita el sueño, ¡Dios en qué problema me has metido por ser inmensamente rico!, clama Jorge Horacio, y de darle vueltas al asunto le ciega la codicia, y finalmente se deja llevar por los cuatreros de cuello blanco, muy finos y, a poco que seas receptivo, la mar de convincentes con sus argucias para despistar la pasta a los ojos del fisco, llevándosela a los rincones del mundo preparados al efecto.

Como es lógico, en cuando La Fiscalía de Delitos Económicos de Barcelona presentó una querella contra Lionel Messi y su padre, Jorge Horacio, acusándoles de tres delitos contra la hacienda pública por haber defraudado presuntamente más de cuatro millones de euros en sus declaraciones de IRPF de 2007, 2008 y 2009, padre e hijo emitieron un comunicado a través de Facebook mostrando su enorme sorpresa.

Me imagino a Leo Messi poniendo esa cara de simplón que tan bien le sale, y seguramente será verdad que no sabía de qué iba la fiesta, aunque a lo peor se entera ahora si se lo pregunta a Jorge Horacio. "Siempre hemos atendido todas nuestras obligaciones tributarias siguiendo los consejos de nuestros asesores fiscales, quienes se encargarán de aclarar esta situación". Así concluía el comunicado de los Messi.

Mientras tanto, de las chimeneas del venerable caserón de Ibaigane sigue sin salir la fumata blanca que advierta a la feligresía del Athletic el nombre del nuevo entrenador.

Pero con el paso de los días y la ausencia de noticias, el pueblo acaba por impacientarse. En los tiempos bíblicos, ensamblaban un Becerro de oro y montaban unas juergas que ni por San Fermín. Hasta que bajó Moisés con las Tablas y les echó unas broncas... Ahora existe la prensa, y con la prensa hemos topado. A saber. En vez de amenizar la espera con cristiana paciencia, los juntaletras se ponen de los nervios, indagan, buscan razones y especulan, y mientras especulan chapotean encantados sobre el barrillo de la suposición.

Según ha podido saber este medio, la firma de Ernesto Valverde está pendiente de unos flecos.

"¿Donde prefieres que pongamos esos flecos?, ¿En las Islas Caimán o en San Vicente y las Granadinas?", conjeturan los más osados. Los menos resaltan las reservas de Josu Urrutia a lo que pudiera contestar Marcelo Bielsa si en aquella rueda de prensa el presidente hubieran ofrecido una mínima explicación sobre los "motivos deportivos e institucionales" que les empujaron a prescindir del técnico argentino. Y como Bielsa es tan cumplidor que igual se queda por aquí hasta que acabe su contrato, o sea, hasta terminar el mes, de la fumata sigue saliendo unicamente humo negro.

Otros se preguntan por qué Urrutia no asistió a los partidos del Bilbao Athletic contra el Huracán dada su condición de presidente del club. Tal vez tenía la comunión de una sobrina, o quizá estaba encerrado en Ibaigane con el asunto de los flecos y otros todavía más abigarrados, o ¿es que albergaba temores a una respuesta airada de los aficionados?

Hay quienes proclaman que si el presidente aún no ha dicho nada es porque aguarda con serenidad, ajeno al tumulto, el día apropiado para anunciar la buena nueva, y entonces sí; entonces con todo el puzzle completado contará con pelos y señales qué le llevó a actuar con tanto sigilo y precaución.

Mientras tanto seguiremos adorando al Becerro de Oro, y especulando, ya lo saben. Pero también nos preguntamos: ¿por que no se ha tratado de evitar que termine en inquina una relación tan hermosa?