En una semana en la que hemos asistido a la presentación de diferentes informes de tintes negros que resaltan el incremento de la pobreza en el Estado español (período 2006-2011) y el aumento de la brecha -con gran distancia favorable para Euskadi-, con alarmantes datos que reflejan una intensa recesión y la dificultad en salir de ella, resulta más apremiante que nunca asumir riesgos para intentar nuevos caminos que ofrezcan la ilusión de un futuro distinto al que venimos ofreciendo a una sociedad enormemente castigada.
No parece razonable seguir aceptando las propuestas del pasado, que se empeñan en transmitir algunos como el presidente del Gobierno español, el señor Rajoy, alegando que "las medidas y políticas en curso son buenas, son las indicadas y no han de cambiarse ya que el final de la crisis está a punto de alcanzarse y dará lugar a un nuevo escenario de recuperación". Seis trimestres en recesión galopante, seis millones de parados, seis planes de reactivación económica, seis reformas laborales, seis, seis, seis... intentos en la misma dirección sin la mínima luz necesaria para preguntarse si no será un error de diagnóstico, error de tratamiento e incapacidad para aplicarlo.
El camino seguido no parece llevarnos a ninguna parte: la simplificada propuesta de frenar el gasto e inversión pública, de proclamar las bondades de una austeridad mal entendida y peor practicada, el mantra del no endeudamiento y el déficit X milagroso que saciará comportamientos no deseados de los mercados, el peligroso mensaje de culpabilizar a quien haya podido y decidido ahorrar y mantener patrimonio, la obediencia ciega a directrices europeas que ahora dicen no han sido seguidas con rigor y obligarían a una nueva lista de reformas inevitables para seguir saneando la banca española y fortalecer la base de crecimiento con un nuevo contrato único, parecerían obligar a cambiar de rumbo.
Ante un panorama como este, ha sido gratificante encontrar un poco de oxígeno tanto en el XX aniversario de la creación del Clúster de Automoción de Euskadi (Acicae), como en el avance de resultados de Hegan (Clúster aeronáutico vasco). Y no solo por la constatación de un exitoso trabajo, por la fortaleza de sus empresas e iniciativas, mundialmente reconocidas, o porque representan las directrices que se recomiendan al conjunto de las empresas para un futuro distinto: diferenciación e innovación, internacionalización, competencia, instrumentos colaborativos, inversión en conocimiento aplicado, multiindustria desde el corazón de los conceptos de la manufactura avanzada, modernización de su organización industrial? sino por su apuesta de futuro así como por la validación de apuestas de alto riesgo emprendidas hace ya un par de décadas en Euskadi contra corriente.
Resultó gratificante escuchar al máximo responsable de una empresa multinacional ganadora de un premio Acicae explicar la estrategia de su compañía basada en el compromiso de crecimiento: nada de reducir inversión en I+D y desarrollo de nuevos productos, nada de abandonar sus plantas industriales, nada de retraer mercados, nada de medidas de austeridad generalizadas y no selectivas, nada de renunciar a la velocidad necesaria para facilitar la salida de la crisis y, sobre todo, que cuando esta situación se dé, estarán en primera línea.
Si la multinacional número 1 en Europa, en China, en Rusia? propone esta apuesta, ¿por qué no puede contagiar al resto? En esta misma conmemoración, el presidente de Acicae valoraba la contribución del profesor Michael E. Porter, en cuyas ideas y conceptos se fundamentó la apuesta por observar las industrias en la integridad de la cadena de valor clusterizando su enfoque, rompiendo el clásico y superado enfoque sectorial. Ideas base sobre las que Acicae (y Hegan) ha crecido en estos veinte años.
Hoy, Porter continúa siendo referencia en el mundo de la clusterización, la competitividad y la estrategia pero, sobre todo, lidera un nuevo espacio de pensamiento en su largo viaje hacia la prosperidad y bienestar de la sociedad desde empresas competitivas en la creación de valor compartido empresa-sociedad. Porter cree que son las empresas las que crean empleo y riqueza -yo soy de la misma opinión- y que, desgraciadamente, el bienestar de un país no es fruto de la casualidad, de la suerte de nacer en una geografía determinada ni de esperar a que "los brotes verdes" surjan por generación espontánea.
Cosa diferente es entender qué es una empresa (pública y/o privada), cuál es el rol del empresario, dirigente, trabajador, etcétera... -y, por supuesto, los gobiernos interrelacionados y la Comunidad en la que desarrollan su actividad-.
En este sentido, esta misma semana, Porter ha presentado un nuevo índice para facilitar la comprensión, evaluación y gestión estratégica del progreso social (The Social Progres Imperative), que compara 50 países. Se trata de la primera referencia que separa los indicadores sociales de los económicos, midiendo necesidades básicas, bienestar, oportunidades y propone, sobre esta base, la agenda global para los diferentes niveles de política pública país a país.
El índice pretende facilitar una actitud superadora de un cierto malentendido histórico: "crecimiento y desarrollo económico producen progreso social". No es suficiente. La separación entre el mundo empresarial y económico de las cuestiones de carácter social y su progreso ha sido un gran error.
Las grandes oportunidades para el mundo de la empresa están en superar los retos sociales. Ésta es la verdadera manera de afrontar la necesaria interacción de los mundos de la empresa, la inversión y las finanzas, la sociedad y los gobiernos. Crear valor compartido beneficia a todos. Hacer empresas competitivas y rentables, garantiza el bienestar y progreso social y genera países y regiones exitosas.
Porter incorpora a su largo viaje hacia la competitividad y el bienestar -lleno de aprendizaje, disciplina, rigor y compromiso- el potente concepto del valor compartido entre empresa-sociedad. Lejos de despreciar al mundo de la empresa, pretende redirigirlo hacia un desarrollo inclusivo redefiniendo el rol del empresario y la empresa en la sociedad, desde una óptica no de filantropía ni de responsabilidad social corporativa, sino de compromiso en la creación de riqueza y valor compartido.
Lejos de ataques demagógicos o de traslado de responsabilidades a los gobiernos o a terceros, se pretende reclamar de la totalidad de los agentes y personas un compromiso real para responsabilizarnos y apropiarnos de nuestro propio futuro.
"Nadie, en abstracto, nos ha robado nuestro futuro ni nos ha vendido una moto averiada cuando hemos disfrutado de un determinado modelo de desarrollo y, en algunos casos de bienestar". En todo caso, "la Sociedad" nos habrá dado determinadas oportunidades (o no), con resultados desiguales, con mayor o menor suerte, con mayor o menor esfuerzo o sacrificio, con mayor o menor acierto en las opciones personales.
Así, en este escenario desolador que parecería instalarnos en un desencanto colectivo, volviendo al principio, los datos indicadores de los niveles de pobreza y su evolución, señalando las diferencias y brecha (que en este caso nos sitúa mejor en términos relativos) no son casualidad. Detrás están las apuestas, estrategias, riesgos asumidos y modelos de desarrollo inclusivo seguidos durante muchos años. Determinados resultados como los aquí señalados, dan luz para la esperanza. Construir sobre nuestras fortalezas reales nos llevaría a reencontrar el camino de la ilusión. En momentos críticos, más allá de palabras y arrojar demagogia destructiva, es tiempo de soluciones críticas.