La democracia está en peligro
es bien sabido que los humanos vivimos maniatados por nuestra subjetividad. Una circunstancia que nos hace falibles en cualquier observación, criterio, conclusión o veredicto que queramos emitir al estar teñidos por la realidad creada en nuestra mente con la que observamos y pensamos. Nuestras ideas, así como el sentido y dirección de nuestros juicios se condicionan a unos objetivos que varían en función del puesto que ocupemos en la sociedad. Así ha ocurrido desde que la Humanidad fue consciente de su capacidad para influir en los demás. Platón, por ejemplo, amañó sus diálogos, que son puro debate retórico, para el lucimiento de Sócrates que, no lo olvidemos, a partir del personaje real y supuesto maestro suyo, es un personaje literario, Pero también despreció las teorías de otros pensadores, como Demócrito, llegando a pedir la quema de los escritos.
En la actualidad nada ha cambiado. Ensalzamos o denigramos personas e ideas según nos convenga. Los objetivos electoralistas de Merkel (con cita el próximo otoño) la convierten en el ariete que pretende derribar las murallas protectoras de la libertad, democracia e igualdad que son los principios que inspiraron el nacimiento de la actual Unión Europea. Lo hace exigiendo que la troika se mantenga firme para que los ahorradores chipriotas paguen una tasa por sus depósitos bancarios, al igual que hace unos meses propició un doble golpe de estado legal que destituyó a los primeros ministros en Grecia (Papandreu) e Italia (Berlusconi).
Lo que se pretende hacer en Chipre significa una vulneración más de esos principios antes citados. No se trata de penalizar a quienes han favorecido o financiado (principalmente la banca alemana) la burbuja inmobiliaria en los países europeos del Mediterráneo o a quienes promueven la especulación financiera o a los acreedores de los bancos endeudados. No. La idea (demencial) es castigar a los ciudadanos que han depositado SU DINERO en los bancos. Dicho en otras palabras, hace unos años los bancos pagaban un interés porque los ciudadanos dejaran sus ahorros.
Hoy, algunos gobiernos hacen dejación de su responsabilidad como representantes de una sociedad a la que han prometido proteger de toda vulneración del bien común y el bienestar. Promueven el cobro de una tasa por los ahorros, mientras que los verdaderos deudores y artífices de la crisis económica se van de rositas. Es evidente que las exigencias de Merkel serían distintas si no sintiera en su nuca la proximidad de unas elecciones en las que puede perder el poder y la presión de los bancos alemanes, acreedores de buena parte de la deuda europea generada por la especulación, que ven el riesgo de sus arriesgadas operaciones financieras.
Cada uno tenemos la proximidad de nuestra particular perspectiva condicionada por objetivos concretos, lo cual no significa actuar con objetividad, pese a la similitud de ambas palabras. El lamentable y paradójico espectáculo se proyecta en cualquier ámbito o escenario. No hay que ir muy lejos para comprobarlo. Aquí mismo, en Euskadi, vemos como el Gobierno de Urkullu debe hacer frente al pretendido descrédito promovido por la inusitada actividad de la oposición que mira con el color del cristal de ese enamorad@ que no acepta una negativa a sus pretensiones de noviazgo y argumenta, con la ceguera e inconsistencia del despecho. Argumentan lentitud (¿?) a la hora de presentar los presupuestos 2013 y falta de concreción en los mismos.
Sin embargo, la realidad puede ser bien distinta. Los cien días transcurridos desde el cambio de Gobierno han sido una travesía entre el final de un ejercicio y el comienzo de otro marcada por un sustancial descenso de los ingresos y la necesidad de mantener sin cambios aquellas partidas presupuestarias que garantizan la educación, la sanidad y la protección social. De cualquier forma, no vamos a entrar en cifras y pormenores sobre estas cuentas públicas porque otros lo han hecho ya con suficiente solvencia.
Si conviene destacar algunos aspectos. El primero de ellos es que estamos ante el peor año de la crisis y sus efectos se notarán en el empleo y el consumo que reducirán los ingresos fiscales básicos (IRPF e IVA). En segundo lugar, se prioriza el capítulo de gastos en base al principio compromiso con las personas como leit motiv de la política de Urkullu. Por último, existe una limitación en la capacidad para endeudarse que resta posibilidades para desarrollar una estrategia financiera de apoyo a la modernización y el emprendizaje, así como a la creación de empleo.
Pese a todo, los Presupuestos 2013 se han complementado con el fondo de financiación de circulante para pymes, autónomos y profesionales financiado con capital público y privado con "dotación suficiente y todas las garantías" y un "fondo de solidaridad para el empleo". Se podrá estar de acuerdo o no con estos proyectos, pero no se puede acusar de inacción en los cien días transcurridos. Ahora bien, lo principal es saber dónde estamos. En este punto es imposible no coincidir en que vivimos momentos de total emergencia y la responsabilidad de unos y otros (Gobierno y oposición) obliga a dejar pelos en la gatera con tal de alcanzar acuerdos.
Por ello, es destacable como el lehendakari Urkullu (en la presentación ante 100 ciudadanos vascos de lo realizado hasta ahora y los proyectado para los próximos 1.000 días) puso especial énfasis en destacar su compromiso con las personas y el de su Gobierno, tal y como lo explicitó el consejero de Empleo y Asuntos Sociales, Juan María Aburto, al señalar que se pretendía recuperar la tendencia de poner la política y la economía al servicio del bien común y la dignidad de la ciudadanía vasca.
Un objetivo encomiable, máxime en estos tiempos donde la especulación y los beneficios financieros prevalecen sobre cualquier política social, utilizando a las personas como unidades de consumo y fuente de ingresos fiscales. Y, lo que es más grave, no se les cae la cara de vergüenza al poner en peligro la democracia, la libertad y la igualdad, gracias al consentimiento de algunos políticos que se agarran al poder como a un clavo ardiendo y, gracias también, a la ceguera de la oposición que mira al deseado poder con el cristal del despechado.