CON la muestra de un duro vídeo en el que puede verse a soldados españoles maltratando a prisioneros iraquíes, llega a nuestra mente el décimo aniversario de la invasión militar del territorio iraquí por parte de tropas "aliadas" comandadas por Estados Unidos, ataque frontal al derecho internacional, una unilateral y vergonzosa decisión basada en el uso de la fuerza militar para cambiar el régimen político -de forma mimética a la invasión de Afganistán, que parecía recubierta de mayor legitimidad formal, pero que escondía la misma prepotencia y el mismo desprecio a la legalidad internacional-: para EE. UU., España y Reino Unido, protagonistas entonces de la tristemente célebre Cumbre de las Azores, bajo la labor de anfitrión del entonces primer ministro portugués y hoy presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, era posible una invasión preventiva, cautelar, que carecía de toda base jurídica conforme a las leyes que gobiernan las relaciones internacionales.

Diez años de ocupación militar de Irak, un triste aniversario que suena como lejano en el tiempo y, sobre todo, en la distancia, pero es el vivo ejemplo de la barbarie "civilizada", que fue orquestada bajo la batuta de un nuevo cesarismo en Estados Unidos, de la mano del presidente Bush, una ciega, prepotente y unilateral visión del Derecho internacional superada afortunadamente por la actual presidencia de Obama.

Bush defendió que la Constitución americana, conforme a la cual ostenta el cargo de comandante en jefe de las fuerzas armadas, y la Resolución del Congreso tras el trágico 11-A, le autorizó el uso de la fuerza en Afganistán, en Irak, le otorgaron una autoridad suprema respecto a la "guerra" contra el terrorismo, autoridad que podía ejercer para la defensa de su país en todos los campos, por encima, incluso, del legislativo y de la justicia, violando derechos civiles, negando la jurisdicción de los tribunales a través de ese limbo jurídico que supuso y supone Guantánamo, extendiendo escuchas ilegales sin freno alguno? y todo ello bajo la bandera de la democracia.

¿Es posible una democracia sin Estado, como se pretende en Irak? Irak no es un país liberado, sino un Estado ocupado militarmente, y esa invasión y ocupación han tenido directa incidencia en las tendencias geopolíticas en Oriente próximo, además de sembrar la tragedia, la destrucción, muerte y tortura. Irak es hoy una sociedad en ruinas, al borde la guerra civil y que está convertida en una enorme fábrica de terrorismo.

Ahora que aquí, en Euskadi, iniciamos esperanzados una etapa de recuperación de valores democráticos, de avance sin violencia hacia el pleno desarrollo de nuestras libertades civiles y políticas individuales y colectivas, conviene no olvidar la respuesta que desde la Unión Europea se dio a este supuesto militarismo ilustrado de los aliados: "El día que, en nombre de la lucha contra el terrorismo se adopten legislaciones desproporcionadas que sacrifiquen en el altar de la seguridad los derechos humanos, estaremos otorgando a los terroristas la primera victoria".

No será fácil, pero es preciso alcanzar un equilibrio entre la libertad, la seguridad y la justicia, para evitar el daño a los valores fundamentales (derechos humanos y libertades públicas) y a los principios democráticos (Estado de Derecho). Y existe una desproporcionada cantidad de legislación centrada en la seguridad. Hay que lograr un balance equitativo y adecuado entre esas tres dimensiones claves, a nivel mundial, europeo y local.

Se nos olvida pronto que, comparados con la guerra, todos los demás problemas son secundarios: eso lo sabía muy bien Aznar, Bush y Tony Blair, y lo han puesto en práctica históricamente mandatarios dictatoriales como Galtieri en la Argentina de la guerra de las Malvinas, siempre aderezados de propaganda patriótica, buscando el apoyo, la adhesión inquebrantable y acrítica de la población, lo cual les permite (Estados Unidos fue un claro ejemplo) centralizar el poder, censurar la prensa e ignorar derechos fundamentales: desapariciones, torturas sistemáticas, tribunales militares y desprecio hacia las normas más básicas del Derecho.

Triste efeméride, esta de los diez años de la invasión de Irak, que contó con la vergonzante anuencia de toda la bancada de parlamentarios del Partido Popular: nunca una unanimidad acrítica fue tan contraria a los principios de la convivencia, de la paz, de la dignidad y de la libertad. Un oxímoron político, la máxima contradicción posible: en nombre de la democracia usurpar la libertad, la justicia, la vida.... y finalmente pretender justificar lo injustificable. Todavía estamos esperando que al menos reconozcan su error, algo complicado para quienes confunden prepotencia chulesca con firmeza democrática.