las malas lenguas han dejado correr por los mentideros habituales que existe una conspiración contra Marcelo Bielsa urdida por los propios jugadores para deshacerse del técnico argentino más pronto que tarde, teoría que el propio entrenador alimentó en la rueda de prensa posterior al partido que el Athletic disputó en Getafe. No es que dijera abiertamente: los chicos me están haciendo la cama. Pero Bielsa insistió tanto en que sus hombres conocían de sobra el peligro que tenían los rivales en las acciones a balón parado que da qué pensar la desidia con la que se comportó la tropa, pues se las tragaron todas, además de deambular sobre el campo como espectros. Por ejemplo, en el gol que anotó Borja y definió la suerte del partido. Iturraspe se queda mirando impertérrito cómo remata el centrocampista getafense delante de sus narices sin mover ni un pie.
"Cuando uno conoce una característica a través de la cuál el rival genera opciones y no las neutraliza, sabiendo el poder desequilibrante que tiene ese recurso, es muy difícil que yo establezca una defensa creíble a la ineficacia que demostramos para defender esas situaciones. La pelota nos llegó muy fácil al área, no hubo oposición. La estrategia que monté para neutralizar eso, no funcionó", dijo después Bielsa, lo cual indica tres cosas. A saber: que sus muchachos estaba jugando a hurtadillas con la PlayStation cuando les explicó el asunto y no se enteraron de nada; que van de sobrados y no le hicieron ni puñetero caso al maestro; y luego está lo otro, la conspiración, aunque también podía ser que los muchachos tuvieran un mal día, nada por otra parte extraño, pues lo raro es precisamente lo contrario, que tengan un buen día.
Lo raro fue lo que sucedió en los dos encuentros anteriores, frente a Osasuna y Valencia, que ganaron de pura chiripa, y gracias a esos seis puntos que el destino caprichoso tuvo la gracia de conceder la hinchada rojiblanca no anda tirándose de los pelos de pura desesperación.
Sin embargo hay algo que no cuadra para sustentar la teoría de la conspiración, aunque los chicos le tengan ganas por lo que sea, quizá desde lo de aquello, el sermón de fin de curso, cuando Bielsa les echó en cara su desidia en las finales perdidas ante su generosa afición o les recordó esa privilegiada condición de millonarios prematuros que tanto les duele cuando se menta, aunque sean verdades como puños.
Se trata de la actuación de Gorka Iraizoz. Cómo estuvo el tío. Si determinante fue en las dos victorias anteriores, por el portero se explica que el Athletic no saliera del Coliseum molido a palos y goles. Porque, de ser cierto que los chicos están en la faena de hacerle la cama al entrenador, el guardameta navarro no habría parado casi todo lo que le vino encima. Es más. Su coartada podía haber sido la mar de convincente. A nadie le resultará insólito que la hubiera pifiado, pues era norma hasta que Marcelo le quitó del puesto y, tras reflexionar largo y tendido, recurrió a un coach por lo que se ve estupendo y ha vuelto hecho un jabato.
Iraizoz abrió su corazón el pasado viernes y casi se me saltan las lágrimas escuchándole. Desgarradora fue su narración sobre el punzante dolor que debió sentir cuando la hinchada rojiblanca se mofó de él durante el catastrófico partido ante el Espanyol, pero sobre todo me quedo con una de sus frases: "No concibo el fútbol sin pertenecer al Athletic". ¡Rediós! Hace tiempo que nadie expresa algo tan contundente sobre lo que significa el compromiso, y seguro que todos nos acordamos de Javi Martínez, Amorebieta o Llorente y se nos cae el alma a los pies. Y con alguna honrosa excepción (pongamos que el peleas de Aduriz) del resto de jugadores del Athletic, ¿qué añadir por lo que no hicieron en Getafe?, encajando su triste condición de perdedores con la mirada tendida en el suelo, sin un grito de reproche, de autocrítica, rendidos en la batalla, resignados.
Si nos guiamos por el estado de ánimo del colectivo, estamos perdidos. Y si resulta tan ridícula como absurda la teoría de la conspiración, solo cabe pensar que a Marcelo Bielsa el equipo se le escurre de entre las manos y su ciencia no alcanza para reactivar a un grupo al que puso en órbita sideral hace un año, luego su fracaso parece palmario.
Y hablado de conspiraciones y otras gilipolleces que tan a menudo decimos los periodistas, el gran Messi, que anoche marcó por ¡decimoctava vez consecutiva! en Liga, y Villa se buscaron para abrazarse con entusiasmo. Son de una casta insaciable. (Y decían que se llevaban muy mal).