Camisa nueva, zapatos viejo
ESTÁ el aficionado delAthletic como aquel queestrena camisa, feliz; ycomo aquel que ha deabandonar, después de años de uso,ese par de zapatos viejos y ahormadosal pie; un punto melancólico.Qué no daríamos todos porpoder trasladar, con ese vestuario,las emociones vividas, ese espírituque ha hecho de San Mamés unacatedral y de La Catedral un paraísodel fútbol.
Está en nuestras manos no olvidarlo que fuimos y no rendirse a unfuturo aún mejor. En manos detodos nosotros. En las de los jugadores,que habrán de llevarse en losbaúles de la mudanza los ropajes deese fútbol fiero de las noches trepidantes;en las de los aficionadosmás voluntariosos, que cuentanahora con unas lanzaderas -lasáreas de animación-, el Cabo Cañaveraldesde el que provocar el despeguedel resto del campo (en honoral viejo San Mamés, no le llamemosestadio...); en las del resto del público,que debiera llevarse consigo enel peregrinaje el mismo respeto aesa esencia sagrada del fútbol quete empuja a aplaudir las excelenciasdel rival cuando lo merecen, a nodesmayar en el aliento, ni siquieraen las noches más negras (ahí másque nunca...), a empujar con loscooo...razones a los rivales, acorralándolosy haciéndoles ver quepisan tierra prohibida para la conquista,una tierra de hombre duros.
Bastará con ese equipaje. Si acasoalgún nostálgico que se lleva briznasdel césped o uno de esos asientosde plástico, ya descoloridos porel sol. Habrá quien añore -todos, enverdad...- al viejo arco y no estaríamal que se espolvorease la cenizade las viejas glorias (simbólica,quiero decir...); de los remates deZarra a los regates secos de Gainza,de la apostura feroz de Pichichi almagisterio de Iriondo; la docena dezurdas prodigiosas, la visión deMaguregi, el porte de Garay, lagarra de Goikoetxea, la larga sombrade Iribar -sin olvidar a Carmeloo a Lezama...-, los regates deSarabia, la zorrería de Dani, y elcorazón de todos y cada uno de losque han pisado ese césped con lacamiseta rojiblanca.