Igualdad = riqueza
El espejismo de la igualdad llegó hace tiempo a la sociedad vasca. Parece que todo está hecho pues tenemos leyes de igualdad. Véase la navarra de 2002 o la aprobada en 2005 en el Parlamento de Gasteiz.
También la Unión Europea y los Estados francés y español, en los que aún se encuentra nuestro país, recogen la idea de la igualdad de mujeres y hombres como un bien a conseguir. La Constitución francesa de 1946 explicitaba en su artículo 3 la garantía de igualdad de derechos a las mujeres, principio que fue desarrollado en normas posteriores. Y, aunque en el Estado español tardaron un poco más, en 2007 se aprobó una ley que permite políticas ambiciosas y de calado para lograr la participación política, social y económica de las mujeres. Todas ellas persiguen teóricamente la igualdad, pero la desigualdad continúa y la trampa es pensar que todo está ya logrado, aunque la tozuda realidad nos demuestra que aquí, de igualdad real y efectiva, nada de nada.
El timo de la desigualdad hace mucho que lo inventaron y, aunque la venimos sufriendo las mujeres, de facto lo hace toda la sociedad. No quiero extenderme aquí recordando que esa histórica y permanente discriminación de las ciudadanas es síntoma de falta de democracia y de vulneración de derechos. Prefiero incidir en otros argumentos que tienen que ver con su relación directa con el empobrecimiento (sobre todo femenino) y pérdidas económicas inaceptables.
"La desigualdad es injusta, poco inteligente y cara", afirmó tajantemente en 2006 Ferry Davis, entonces secretario general del Consejo de Europa, en la sexta conferencia ministerial europea de igualdad para mujeres y hombres.
Emakunde divulgó en un estudio de 2009 que las mujeres de la CAV están dejando de ganar 7.263,55 millones de euros brutos al año al renunciar a su carrera laboral por el cuidado de la familia y el hogar.
Otra política europea, la ministra belga Jöelle Milquete, afirmaba en 2010 que "la igualdad plena de derechos de las mujeres garantizaría los sistemas de seguridad social y de pensiones de los países de la Unión Europea, porque elevaría entre un 15 y un 40% los índices del PIB". A lo que hay que añadir el dato de que en Euskadi la discriminación que soportamos las mujeres supone 6.200 millones de euros menos en el PIB, que nadie puede permitirse el lujo de desaprovechar; menos aún tras el vuelco económico de la crisis actual en la que es necesario encontrar y desarrollar nuevos escenarios de productividad y competitividad.
¿A qué viene entonces pagar ese precio insostenible? La igualdad es rentable.