En la celebrada película El guateque, dirigida por Blake Edwards en 1968, el comediante Peter Sellers trabaja como extra en el rodaje de otro filme que se desarrolla en la India sometida al Imperio Británico. Al cachondo de Sellers le meten cantidad de tiros, se retuerce como una culebrilla, pero se resiste a morir. Es más, no muere, provocando el cabreo monumental del director ante semejante mastuerzo.

No sé muy bien por qué, pero me acordé de ese episodio ( y no de la espeluznante matanza de Newtown) al escuchar a un enfadadísimo Joaquín Caparrós repetir tras el Mallorca-Athletic eso de que para matarle le tienen que meter el cargador entero. Ya lo había dicho siete días antes, cuando el Levante le endosó cuatro al equipo insular, y además añadió: "¡Yo cuando estoy muerto, resucito!". Lo dijo tan así de seguro, en ese tono que ponen los profetas apocalípticos, que me puse en lo peor, teniendo en cuenta la leyenda de levantamuertos que acompaña al equipo rojiblanco y su reciente eliminación de la Copa por el Eibar. ¿O acaso no recuerdan los tiempos en los que el entrañable Caparrós se encontraba con la flor de la fortuna en los momentos de más angustia y zozobra?

Sin embargo, y como ya conocen ustedes de sobra, las musas acudieron al socorro de Gorka Iraizoz, en la que ha sido una de sus mejores actuaciones en el Athletic; un duende cabroncete asustó a Víctor Casadesús, que falló un gol increíble; Aritz Aduriz mostró otra vez su eficacia, el Mallorca acabó derrumbándose maldiciendo su infortunio y Joaquín Caparrós volvió a clamar sobre el desierto: "¡yo no me rindo!", "¡me tienen que meter el cargador completo...!".

El Mallorca, que solo ha sumado 2 de los últimos 33 puntos en juego, tiene toda la pinta de un zombi, y a lo peor es por eso que Caparrós sigue aún vivo, contradiciendo la lógica de la naturaleza y del fútbol (y porque el Mallorca no tiene ni un real para pagarle el finiquito). La coyuntura le vino de perlas al Athletic. En cuanto el Mallorca bajó los brazos cansado de pelear contra su fatal destino, los chicos de Marcelo Bielsa volvieron a poner sobre el lienzo pinceladas de aquel juego preciosista que tantas veces desplegaron la pasada temporada. Aunque Muniain o Susaeta siguen desaparecidos, Ander Herrera recuperó el tono y la prestancia en la dirección del equipo. Hay que aplaudir la reaparición de Iraola y destacar la adaptación de San José a la nueva demarcación. Y qué decir sobre la feliz irrupción de Aymeric Laporte, un central zurdo que viene que ni al pelo para recordar que Fernando Amorebieta, casualmente causante del penalti que precipitó la despedida copera, sigue sin renovar su contrato, quizá porque también se le ha subido la fama a la cabeza, como al otro Fernando, a causa de su condición de internacional por la República Bolivariana de Venezuela.

Así que de una semana que pudo acabar en catástrofe ha brotado sin embargo el fulgor de la esperanza. Fuera de la Copa y de la Europa League, el Athletic únicamente tiene que centrarse en el fragor liguero. Dispondrá de más tiempo para preparar los partidos. Sin duda habrá menos desgaste y mejor condición física. No pinta tan mal la cosa, ¿verdad?

Nos ponemos tan dignos y trascendentales con los asuntos del fútbol que nos olvidamos fácilmente de cuál es su esencia: se trata de un juego. Un espacio lúdico que atrapa por el lado pasional, pero que deja resquicios para el escape y la evasión.

Mucho me temo que Jose Mourinho está preparando su despedida del Real Madrid, y no porque los resultados no acompañen al transatlántico de equipo que maneja.

En Inglaterra lamentaron la marcha de Mourinho, más que nada porque allá lo veían como a un payaso que daba mucho juego en un ambiente tan poco dado a las veleidades latinas, y así le vemos también por estos lares. En plan Peter Selers ensayando su papel en El guateque o en La Pantera Rosa, o sometiendo junto a sus cuates a un periodista de Marca a un burdo acoso mafioso en la sala de al lado, para que se entere el resto de los informadores, y sobre todo el susodicho reportero, que está encantado por el protagonismo cobrado con la disparatada puesta en escena. Mou se quiere hacer odioso, pero también el gracioso, a la manera hortera, pero fría y calculada, y en un antipático sujeto, que no sabe perder y echa las culpas a los demás.

¡Cielo santo! Qué será del devenir liguero sin Mou, con el soso del Tito Vilanova acaparando los focos junto a su Barça deslumbrante y demoledor, que anoche desnudó al Atlético y le trituró con sus argucias con el balón, vaciando definitivamente de emoción la carrera por el título.