La hora de la responsabilidad
ESTA semana terminan los prolegómenos que dejan paso a la décima legislatura autonómica en Euskadi que, se mire por donde se mire, presenta un complicado e incierto panorama por los nubarrones de índole económica, financiera, laboral, empresarial e industrial que oscurecen el horizonte de los próximos años desde todos los ámbitos geográficos (mundial, europeo, español y vasco).
Nubarrones que descargan toda su problemática social acumulando las urgencias humanas en Ajuria Enea y en los despachos de Lakua que dentro de unos días serán ocupados por los nuevos consejeros del gobierno dirigido por Iñigo Urkullu.
Las previsiones a corto plazo no son nada halagüeñas. Economías de países emergentes como Brasil muestran síntomas de agotamiento, mientras que el Bundesbank revisa drásticamente a la baja sus expectativas de crecimiento para la primera economía europea, que este año crecería un 0,7% y en 2013 apenas ganará un 0,4%, frente a previsiones anteriores que afirmaban un crecimiento del 1% en 2012 y del 1,6% en 2013. De este modo, el banco central alemán se suma al pesimismo mostrado por numerosos organismos internacionales, incluyendo el Banco Central Europeo (BCE), que este jueves también recortó sus previsiones para la eurozona para este año y el siguiente, y aplaza la salida de la actual crisis hasta 2014.
Si nos ceñimos al ámbito vasco, los últimos datos señalan que el número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo subió en Euskadi en 2.991 personas el pasado mes de noviembre, lo que supone un aumento del 1,78% respecto al mes anterior. La cifra total de desempleados se situó en 171.069 personas, 26.095 personas más que un año antes. El aumento interanual creció el 18%. Tanto en la variación mensual como en la interanual, Euskadi sufrió incrementos por encima de la media española, que fueron del 1,54% en comparación con octubre y del 11,02% si la referencia es noviembre de 2011.
Son datos, previsiones o estadísticas que, pese a la frialdad de sus cifras, esconden y alimentan las urgencias a las que antes hacíamos referencia. Urgencias que tienen ojos, cara y corazón que nos hablan del dramático trasfondo humano que acarrea el desempleo, los desahucios y la pobreza en muchas familias, cuyas necesidades obligan al nuevo Gobierno vasco a marcar con claridad sus prioridades, así como las del resto de partidos políticos que conforman el Parlamento. Sin olvidar la responsabilidad que tienen en este escenario tanto empresarios como sindicatos.
En este sentido, resulta esperanzadora la declaración que esta semana hacía Joseba Egibar reconociendo que "somos conscientes de que solos no podemos salir de la crisis económica". Para el portavoz parlamentario del PNV, la salida de la crisis es el primer desafío del Gobierno y emplaza a otras formaciones políticas a llegar acuerdos en el Parlamento Vasco y en otras instituciones como diputaciones y ayuntamientos. A su juicio, es necesario un "liderazgo compartido" para poder salir con solvencia de la crisis y en el menor tiempo posible, al tiempo que reiteraba que el PNV tiene una "disposición plena" para alcanzar acuerdos.
Ahora resta por conocer la propuesta definitiva de Iñigo Urkullu y las respuestas de la oposición, pero a nadie se le escapa que, en una situación como la actual, no debieran tener cabida actitudes intransigentes ni desde el Gobierno ni desde la oposición. Tampoco vale soslayar la gravedad del momento con buenas palabras que no se traducen en hechos concretos, siguiendo el ejemplo que desde hace unos años nos deja la UE y que posiblemente se repita esta semana en el transcurso de la cumbre europea que reúne a los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete los próximos 13 y 14 de diciembre para buscar un pacto de mínimos que fije un calendario de medidas para corregir los problemas estructurales de la eurozona y garantizar así el futuro del euro y la confianza de los mercados.
La principal novedad del plan elaborado por el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy es la creación de un presupuesto específico para la eurozona, que financiaría las prestaciones por desempleo de los países en crisis. Sin embargo, su puesta en marcha se retrasa a después de 2014, con lo que ya no servirá para la actual crisis. Tampoco se puede hablar de eurobonos ni de la creación de un sistema común de garantía de depósitos, considerado como uno de los tres pilares para construir la unión bancaria, porque en ambos casos se opone la estrategia de Angela Merkel.
Por tanto, la hoja de ruta parece que sólo lleva al tradicional callejón sin salida. Además, no está claro que se vaya a cumplir el compromiso de cerrar antes de final de año un acuerdo político para encomendar al BCE la supervisión de los bancos de la eurozona, condición previa para la recapitalización directa de las entidades con problemas. Los ministros de Economía de la UE celebran el 12 de diciembre una nueva reunión extraordinaria, pero Alemania, Suecia y Reino Unido mantienen sus reticencias, que es tanto como esperar milagros.
Ya se sabe que cada país miembro de la UE va a lo suyo y su oposición a medidas conjuntas es proporcional a la fuerza económica de cada socio. Proyectar este método, que es un intransigente diálogo de sordos, en el seno del Parlamento vasco significa prolongar el sufrimiento de buena parte de la sociedad vasca. Es la hora de la responsabilidad.