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El mercado no espera

poco a poco nos acercamos al cierre de este nefasto 2012 y afloran los presupuestos públicos para el siguiente ejercicio, cuyas previsiones no pueden ser peores en el capítulo de ingresos y, en consecuencia, los gastos también serán menores.

Frente a esta situación, los regidores de las distintas administraciones vascas aseguran que no traspasarán esa línea roja que marca el espacio donde reside la esencia del estado de bienestar (Sanidad, Educación y dependencia) y donde se refugian los colectivos más desfavorecidos y sensibles a la crisis. Bien está que sea así. Al menos hay una relativa tranquilidad para los que más lo necesitan y para los llamados a ser la próxima generación.

Sin embargo, existe otra cuestión esencial al margen de las medidas para paliar el sufrimiento actual. La reducción de ingresos se debe a la destrucción de empleo (IRPF) y al menor consumo (IVA).

Ambos se retroalimentan mutuamente y cualquier atisbo de recuperación pasa por la creación de empleo como estímulo al consumo. Sabemos que no es fácil despejar con eficacia, en los tiempos actuales, la ecuación consumo y empleo, pero será imposible hacerlo si se sigue ninguneando a la iniciativa privada en la senda del emprendizaje y de la internacionalización de las pymes.

Una afirmación que no es nueva pero que esta pasada semana volvía a calificarse como imprescindible en el transcurso de la jornada Banca Cooperativa y Pymes que se ha celebrado en Bilbao. Y, en efecto, se mire por donde se mire, la creación de empleo, y con ella la recuperación económica, pasa inevitablemente por la empresa privada.

Corresponde, por tanto, a los gobernantes la responsabilidad de poner medidas presupuestarias para tratar de salir de la crisis y consolidar los cimientos del futuro, mediante un pragmático sistema de coordenadas sociales y económicas que responda al mundo en que vivimos, pero sin dejarse llevar por el pernicioso y sumiso acatamiento al interés neoliberal que, como bien se está demostrando en estos cinco años de crisis, no soluciona los problemas que han creado, sino que los agrava, tal y como se evidencia en el menor crecimiento de países como Alemania, en el riesgo de una nueva recesión en Europa y en el brutal empobrecimiento que sufren Grecia y Portugal desde que se pusieron en manos de la Troika (FMI, BCE y UE).

Claro que tratar de gobernar a golpe de pancarta o movilización social tampoco está dando resultados. No hay empleo sin empresa, ni empresa sin empresario, que sigue siendo un factor insustituible en la recuperación económica. Calificar, como hace el Gobierno Foral de Gipuzkoa, de "reduccionista e inadecuado" el fomento de la actividad económica exclusivamente como apoyo a la innovación y la empresas, significa vivir de espaldas a la realidad.

No se trata de que los empresarios gocen en exclusiva del apoyo público, ni que puedan desarrollar su labor sin regulación alguna y al margen de conceptos justos y humanos, pero tampoco se trata de criminalizar el conjunto de la labor empresarial, máxime cuando hay argumentos en los últimos 30 años que dicen lo contrario en la realidad socio-económica vasca que hemos vivido hasta hace unos años.

El mérito de los gobernantes con los pies en el suelo reside en establecer prioridades presupuestarias con pragmatismo tanto para ayudar al desfavorecido como para estimular la economía, al tiempo que se pone freno a la especulación empresarial (que la hay) y a esos empresarios que hoy aprovechan la reforma laboral para seguir manteniendo pingües beneficios en detrimento de la estabilidad y el salario de sus empleados.

Los abusos de estos empresarios, al igual que los protagonizados por la banca deben ser corregidos desde las instituciones públicas.Pero, cuidado, no generalicemos porque no son todos los empresarios los que actúan de mala fe.

Ni tan siquiera son una mayoría. Buena parte del empresariado vasco sufre hoy las consecuencias de una crisis que resta expectativas de negocio y cierra el grifo de los créditos o los encarece de forma alarmante en comparación con otros países europeos, como Alemania, de tal suerte que acceder a un préstamo representa perder las escasas posibilidades de competitividad en los mercados internacionales.

También estas personas necesitan estímulos e incentivos. Los gobiernos no pueden permanecer impasibles ante las necesidades de quienes son los que pueden crear empleo.

Los próximos meses serán incluso más duros que los vividos hasta la fecha. Todas las medidas de austeridad presupuestaria sólo han servido para agravar la crisis. Hora es ya de que los políticos maduren un poco y dejen para el cine de ciencia ficción las polémicas maniqueas. Es urgente, sí, solucionar el problema de los desahucios, pero es importante recuperar el empuje emprendedor que en décadas pasadas permitió salir de otras crisis. Los mercados, es decir, donde se vende y se compra los productos que fabricamos unos y otros (alemanes, franceses, chinos, vascos, etc.), no espera y a tenor del decrecimiento en el consumo, solo habrá espacio o bien para los productos de alta tecnología o para los de precios bajos.

Nos esperan meses muy duros. Por favor, no reduzcan nuestras escasas esperanzas.