La cosa
BILBAO. Como ya conocen de sobra, la Brunete mediática, término acuñado por Xabier Arzalluz e Iñaki Anasagasti para definir a la rancia e irascible prensa españolista, disparó con grueso calibre contra el bueno de Markel Susaeta porque no le salieron las palabras precisas, ni las imprecisas, en su primera comparecencia como internacional absoluto con la selección de Vicente del Bosque en Panamá. Se le fue el santo al cielo al tímido futbolista del Athletic abrumado como estaba y entonces recurrió al término más potente para definir lo indefinible, el todo y la nada: España es una "cosa". Y una cosa es, según la Academia de la Lengua Española, todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta.
O sea, España.
Luego aclaró que, sin ánimo de ofender, lo que quiso fue referirse a un estilo de juego alabado en todo el mundo por su preciosismo y efectividad, obviando cualquier otra consideración patriotera, y así lo entendió quien lo quiso entender, salvo los de la Brunete, que a mala fe quisieron ver en Susaeta un siniestro separatista vasco.
Yo vislumbro en el jugador eibartarra la hondura del filósofo. Hasta la mafia recurrió a esta palabra (Cosa nostra) para resumir la importancia de los vínculos que unen a la familia con sus oscuros asuntos, y qué añadir sobre un maestro en películas de misterio y terror como John Carpenter, quien optó por condensar la trama del enigmático descubrimiento de una nave extraterrestre en la Antártida bajo este título tan simple en la forma como complejo en el fondo: La Cosa.
Pero el vocablo en cuestión solo tiene un significante para la obtusa prensa visceralmente españolista, y ni las rectificaciones posteriores del jugador ni la mesurada réplica del seleccionador estatal hicieron cambiar de criterio a quien no le da la gana de cambiar de criterio.
Sin embargo, esta tormenta generada sobre un vaso de agua encontró el cauce preciso en el estadio Santiago Bernabéu, preferentemente en el fondo sur, donde siguen aposentando sus reales los ultras de cruz gamada y laureada franquista, que para la ocasión sustituyeron el habitual estribillo "Pepe, mátalos" por el de "puta ETA, puta Susaeta", además de rescatar de la fonoteca el ya conocido hit "Gurpegi eres un yonqui...".
Es curioso el asunto. Si en un estadio de fútbol un sector de la hinchada grita "negro cabrón" o cualquier otro insulto de sesgo racista va la UEFA y le mete un paquete al club que le deja tieso, y en cambio deja impunes barbaridades como las que profieren los Ultra Sur, criaturas del pleistoceno que aún chapotean en aquel fangal con el amparo y consentimiento de la directiva blanca.
Para rematarla, la afición merengona aplaudió a Fernando Llorente, que sigue manteniendo su cartel alto debido a su trayectoria al servicio de la cosa, sobre todo, luciendo palmito en los anuncios publicitarios.
El hombre, al parecer, se sintió reconfortado y no se le ocurrió otra cosa que devolver el agasajo a la hinchada madridista, que se lo estaba pasando pipa con la goleada.
Supo a escarnio el contubernio gestual entre nuestro jugador y público ajeno, sobre todo, cuando se sufre una humillación (otra más) de tal calibre y en territorio especialmente hostil a la causa rojiblanca.
Con la sanción de Aritz Aduriz por acumulación de amonestaciones, se supone en buena lógica futbolística que Fernando Llorente será el delantero titular que Marcelo Bielsa alineará el próximo domingo en San Mamés frente al Deportivo para dirimir, entre otros asuntillos, quién de los dos es el equipo más goleado de toda la Primera División.
También se supone que Fernando Llorente tendrá dos dedos de frente y a lo largo de la semana convocará a los medios de comunicación, a todos, incluidos los de ámbito local, para hablar de su cosa y atemperar los ánimos; y ya si nos dice que el Athletic es el equipo de su vida y que está dispuesto a renovar...
La palabra cosa se puede hermanar metafóricamente con otro gran capazo conceptual: los designios del Señor son inescrutables. Sin embargo si decimos cosilla, ¡ay amigo!, aquí sí que no ambivalencias ni equívocos posibles.
Si tras el Madrid-Athletic al bueno de Susaeta se le hubiera ocurrido decir cosilla en vez de cosa los de la Brunete y cualquier otro hijo de vecino habríamos entendido lo mismo: ruina de equipo, saco de goles. Bielsa tampoco abjuró de sus principios, proponiendo al rival un partido que le vino como anillo al dedo para activar su máquina de triturar pardillos.