Cecilio Sepúlveda y la lejana Bielorrusia
Cecilio Sepúlveda ejerce de cartero, pero también de enterrador si llega el trance, de Villaloma de Arriba, un pueblo serrano en donde se ralentiza sobremanera la vida con las primeras lluvias y fríos del otoño. Allá eso de internet es asunto prescindible y del torrente de cadenas televisivas apenas les alcanza media docena, suficiente para adormecer la tarde-noche en el bar con un par de tragos y una buena discusión, a ser posible de fútbol. Cecilio es hincha del Real Madrid y más español que José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deportes, a quien por cierto aplaudió el otro día cuando en el Telediario le escuchó decir eso de que hay que españolizar a los niños catalanes, "y también al Barça", añadió efusivo ante el asentimiento de la feligresía congregada en el bar de Pili calentando motores a la espera del Bielorrusia-España, partido de la fase de clasificación para el Mundial de Brasil'2014.
Pero llegado el momento, por allí no asomaron los reputados muchachos de Vicente Del Bosque. "¡Pili, cambia de canal!", alertó Cecilio Sepúlveda, cartero y enterrador si llega un mal trance, y Pili sintonizó TVE, y luego Antena 3, Telecinco, Cuatro y La Sexta, y nada.
En Villaloma de Arriba, que van a lo suyo y con lo suyo bastante tienen, no se enteraron de que ningún canal televisivo, ni tampoco las emisoras de radio, aceptaron abonar a la empresa alemana Sportfive el canon pedido a cambio de los derechos de retransmisión, pues ver a los campeones del mundo en acción cotiza y se paga en consonancia.
Cecilio Sepúlveda, cartero de Villaloma, enterrador si hace falta, futbolero empedernido y más español que José Ignacio Wert pilló un rebote de aúpa cuando se enteró de que cinco kilómetros más allá, pasada la raya con Portugal, se pudo ver tan ricamente el partido. Juró en arameo Cecilio y con la calentura advirtió a quien quiso escuchar su desfogue que jamás volvería a votar al PP, qué demontres, patriotas de mierda, en el día de la Hispanidad nada menos, y Mariano va y nos deja huérfanos de la Roja; y ya puede Wert, que con ese apellido seguro que es medio alemán, meterse el trabuco ese de españolizar a los niños catalanes por donde le quepa.
Vitorio María, que a sus 88 años y zumbado por mil achaques baja la mirada al suelo cada vez que se topa con Cecilio Sepúlveda por culpa de su segundo oficio, le dijo que escuchó el encuentro por la radio, y que además se emocionó con la narración, pues le vino a la memoria el gol de Zarra a la pérfida Albión en Maracaná, allá por el año 50, y aunque tampoco pudo verlo se lo imaginó tan espléndido que aún lo encuentra entre sus recuerdos imborrables.
La empresa germana Sporfive también se agarró un buen cabreo, no en vano invirtió una apreciable suma de euros en comprar a los bielorrusos los derechos de emisión del partido a la espera de sacar negocio, sobre todo en el Estado español, donde sigue en vigor la conocida como Ley Cascos, elaborada en 1997 por el entonces vicepresidente del Gobierno de Aznar, en la cual se imponía como norma la emisión televisiva en abierto y gratis para todo el Estado de un partido de Liga por jornada, además de todos los encuentros de la selección española, entre otros acontecimientos deportivos.
Ninguna cadena de ámbito estatal consintió desembolsar el millón y medio finalmente pedido tras una sustancial rebaja. Tampoco el propio Gobierno de Rajoy movió un dedo presionando a la pública TVE, y sobre todo se pasó a la torera su propia legislación provocando el pasmo general en las cancillerías europeas. Tratándose de la marca España más admirada en el mundo, los mercados volvieron a interpretar la casuística torticeramente: ¡Si no tienen ni para migajas de pan ni enanos de circo!
La prima de riesgo se disparó hasta los 750 puntos. El New York Times volvió a editar un nuevo serial fotográfico mostrando un tropel de menesterosos hurgando por los contenedores de basura de Madrid. Se pudo ver a María Dolores de Cospedal y Soraya Sainz de Santamaría juntas, tocadas de peineta y mantilla, camino de Santa María la Real de la Almudena. No queda otra: rezar, y que el Santísimo nos ampare.
Ajenos e indolentes, los muchachos de Vicente Del Bosque regresaron de Minsk dispuestos a encarar con donaire el precio que impone la fama. Les aguarda otra dura sesión de anuncios, la perspectiva de seguir perseverando en lo que son, selecta cuadrilla de prematuros millonarios.