Bien, ya estamos en campaña electoral y ahora toca lo que toca, que no es otra cosa que asistir al debate de ideas electoralistas donde se mezclan todo tipo de propuestas y promesas en un escenario que en ocasiones parece el camarote de los hermanos Marx y en otras un diálogo de besugos. Unos priorizarán la austeridad presupuestaria y la reducción del déficit público como única receta para evitar el desastre total, asumiendo la estrategia neoliberal que, con absoluta naturalidad, ha impuesto como solución a la crisis la misma doctrina económica que nos ha sumido en el abismo. Otros, ubicados en las antípodas de los primeros, reivindicarán un "cambio de modelo económico" pero sin concretar en qué consiste ese cambio.

Así nos va. Empero, la recuperación es posible porque entre unos y otros se encuentra la mayoría de la sociedad que pide soluciones al margen de cualquier dictadura, sea financiera o sea anticapitalista. Se trata de buscar el camino de la recuperación dentro de una economía de libre mercado, pero con absoluto respeto a los derechos de todos, sean trabajadores o empresarios, niños o pensionistas, hombres o mujeres, enfermos o sanos. Derechos para todos en todos los aspectos, vivienda, sanidad, educación, iniciativa empresarial, formación profesional, tecnología, inversión pública y trabajo.

Es el caso de la patronal guipuzcoana Adegi, que reclama "un acuerdo vasco entre los agentes políticos, sindicales y empresariales, por el crecimiento y el empleo que apueste por la inversión productiva generadora de crecimiento". No les falta razón, sobre todo a la vista de los datos registrados en este 2012 que ponen de manifiesto que "la actividad industrial retrocede a niveles de 1999 y se prevé un fuerte deterioro del empleo: pérdida de 7.000 empleos en 2012". Frente a esta situación, Adegi "hace un llamamiento urgente para que el sistema financiero arbitre los mecanismos y medidas necesarias para que fluya el crédito ya que las empresas que están financieramente asfixiadas y en fase casi terminal, son cada vez más".

Claro que, según parece, el sistema financiero tiene, al parecer, otros objetivos, como es sobrevivir a la reforma financiera impuesta desde Bruselas a cambio de una recapitalización que, se mire por donde se mire y se ponga como se ponga el señor de Guindos, la vamos a pagar los ciudadanos con los impuestos o con nuevos recortes, aunque inicialmente las ayudas económicas provengan de esa entelequia en que se ha convertido la Unión Europea.

Les pongo en antecedentes con un dato elocuente. El Gobierno español de lidera Mariano Rajoy ha admitido que el FROB no podrá recuperar 21.000 millones de euros concedidos como ayudas a los bancos españoles. Esta cifra es la misma que recauda España por la vía de los impuestos indirectos. En otras palabras, el gravamen sobre la producción y el consumo ha financiado una recapitalización de los bancos malos. Así que, ¿para qué queremos otro banco malo?

Un segundo dato que ejemplifica el caos europeo y señala con claridad en manos de quiénes estamos. Es el caso del grupo de expertos que ha elaborado un informe sobre el futuro de la banca europea al objeto de proteger a contribuyentes y accionistas frente a las operaciones especulativas de los bancos. Pues bien, este panel de expertos, que recibe el nombre de Grupo Likkanen al estar dirigido por Erkki Likkanen, presidente del Banco de Finlandia, señala, entre sus recomendaciones no vinculantes, dos que resultan muy interesantes.

La primera dice que los famosos bonus de los banqueros se deben pagar en deuda de la entidad que han dirigido y no en acciones o efectivo como ocurre en la actualidad. La segunda recomendación indica que se pueden dividir las entidades financieras en dos secciones: una de ellas puramente comercial, es decir, dedicada a los intereses de los clientes. Y la otra sería especulativa, donde entrarían todas las operaciones de riesgo y hedge funds.

Se trata de recuperar las enseñanzas del Crash de 1929 que desembocó en la Ley Glass-Steagall que prohibía a los bancos realizar operaciones de riesgo con el dinero que sus clientes depositaban en sus cuentas de pasivo. Al mismo tiempo, se pretende gratificar a los banqueros con los resultados de su gestión. Si hay beneficios la deuda se convierte en efectivo y si hay pérdidas comparte el destino de quienes depositaron su confianza en él. La modalidad no es nueva, el Reino Unido prohibió en 2009 pagar los bonus en acciones o efectivo cuando hubo que nacionalizar el Royal Bank of Scotland.

Estas propuestas serán defendidas por el comisario de Mercado Interno de la UE, Michel Barnier, tendrán que luchar contra el lobby financiero (es decir, quienes manejan los hilos del poder económico) que ya está presionando en Bruselas para que no se aprueben. Y, como quiera que la decisión final corresponde a los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la UE, todo parece indicar que el final de esas propuestas es convertirse en papel mojado. No debe sorprendernos semejante final. Después de todo, recapitalizar los bancos significa cubrir con dinero público las pérdidas registradas hasta la fecha, pero nada ni nadie garantiza un futuro aceptable para esas entidades socorridas. Como ejemplo, ahí está el caso del banco franco belga Dexia, que ha reconocido que vuelve a estar en dificultades, pese a las ayudas recibidas en 2009 y 2010. Lamentable, pero elocuente.