De vísperas, Bildu se tragó un buen puñado de principios y accedió a conformar con toda la oposición en el Ayuntamiento de Donostia (PNV, PP y PSE) la modificación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que permitirá remodelar y ampliar Anoeta, empresa que tendrá un coste de 62,5 millones de euros, acabando con esas pistas de atletismo que durante tantos años distanciaron el calor de la afición txuri-urdin de sus amados jugadores, recreando un espacio de lejanía, tan inútil como frío, génesis de tantos reveses, según pretextaron, mayormente cuando perdían, claro. Sobre todo se va a terminar con la evidente sensación de agravio que han interiorizado respecto a Bilbao, cuyo futuro estadio, construido en buena parte con la aportación de dinero público, se levantará en breve tan suntuoso como ajeno a la profunda crisis económica que padecemos.

Lo que hace el fútbol: casi nadie discute San Mames Barria y para una vez que Bildu llega a un acuerdo con el resto de los partidos lo hace por una cuestión de pelotas.

El trágala de Bildu fue una especie de premonición, porque una conjunción astral proyectó su poderosa energía hacia la hermosa Donostia, que tendrá al fin un estadio más funcional y sin esas pistas de atletismo impuestas porque la criatura fue concebida con dinero público bajo la vana justificación de ser algún día el estadio olímpico de Euskadi. Además, el Zinemaldia concluía dejando una apabullante sensación de éxito. El jurado daba la Concha de Oro a la película favorita para todos, la francesa Dans la maison, y dos galos, el entrenador Philippe Montanier desde el banquillo y el centrocampista Antoine Griezmann sobre el terreno de juego, lideraban a la Real Sociedad hasta someter en buena lid deportiva al Athletic.

Pero sobre todo, los primos. ¡Como estaban los primos de contentos! Solo por eso, por verles presos de un gozo que durará centurias merece la pena ingerir el mal trago de una derrota inapelable. El veterano Xabi Prieto, que conoce muchas singladuras por el mar de la frustración, vino a decir algo así como que es esta victoria, y no otra, la que les libera y les hace fuertes para afrontar con fe el futuro. En pleno fragor de la catarsis, los fantasmas del descenso huyeron despavoridos de Anoeta. Tampoco había pistas contoneándose burlonamente alrededor del recinto deportivo, y si al árbitro se le ocurre pitar un penalti lo hace en el área del equipo contrario, víctima de sus demonios internos.

"Mis jugadores se merecen la Concha de Oro", clamó Montanier, un tipo sosegado y sistemáticamente cuestionado en su club, aunque cada vez que está en la picota va la Real y reacciona vigorosamente.

La concha de su madre, probablemente pensó su colega, el loco Bielsa, a quien toda la tramoya con la que levantó en Bilbao el teatro de las ilusiones se le viene estrepitosamente abajo.

¿Qué añadir a esta historia que ustedes no sepan sobradamente?

Los optimistas recuerdan que en la pasada temporada, cumplida la sexta jornada, el Athletic estaba aún peor, penúltimo con solo dos puntos y luego ocurrió lo que ocurrió. A la séptima, y con el efecto Bielsa bajo sospecha, el Athletic jugó en Anoeta, reapareció incontenible Fernando Llorente, el equipo rojiblanco logró su primer triunfo y ahí comenzó la gran aventura.

Un año después, el efecto Bielsa no es que esté bajo sospecha. Es que ha desaparecido. Apenas queda rastro del seductor estilo de juego que implantó entre los muchachos. Se diría que el técnico argentino está preso de la palabra de fidelidad dada, y que solo por eso sigue. Que su amargo desencuentro con el presidente Urrutia le ha dejado roto, vacío de entusiasmo, y desde entonces ejerce según le dijeron, de empleado de ocho a tres, y no de mago entregado en cuerpo y alma a un ideal, porque mágica fue la transformación que realizó del equipo.

En el frenético camino huyó Javi Martínez y también Fernando Llorente, aunque siga a modo de rehén, convertido en un engolado suplente a quien se recurre tarde y mal, cuando la fatalidad es incontestable.

Otros han recuperado viejos hábitos. Por ejemplo Fernando Amorebieta, el Puma de Cantaura, plusmarquista en expulsiones en la historia del Athletic. Primero se ganó una tarjeta amarilla por una falta lejos del área, sin peligro alguno. Luego se cubrió el rostro para no recibir el impacto del balón provocando el penalti y el segundo gol de la Real; dejando a su equipo con uno menos y facilitando la inapelable derrota. Un buen argumento para negociar su millonaria renovación.

La defensa es un desastre y en los dos últimos partidos (¡180 minutos!) el Athletic únicamente tiró una vez contra la portería contraria. Pero más que las evidencias pesa la sensación de pérdida (de ánimo, ilusión, energía; de ideas y generosidad); la sensación de asistir a un alucinante proceso de autodestrucción.

¿Y ahora...?