Muy mal tienen que estar las cuentas públicas vascas para que el señor López haya convocado, en contra de su voluntad, elecciones anticipadas el próximo 21 de octubre. Queda delante un escenario de siete efervescentes semanas a la espera y el deseo de que la cita electoral traiga un final tranquilo, como en justicia debiera ser, con la marcha de quienes dejan a sus espaldas (y sobre sus espaldas) un país endeudado. Pero no parece que vaya a ser así. Las encuestas dicen que se van a ir, pero ya muestran el talante falaz de quien no quiere reconocer sus errores y envían a sus escuderos, como es el caso del encargado de la economía vasca (sic) a la palestra mediática para responsabilizar a la oposición de todos los males. Es la recurrente coartada de los "chicos buenos" e incomprendidos por la sociedad a la que quieren salvar.
Me recuerdan al vaquero Bush, seudopresidente de USA, cuando aterrizó en el portaviones Abraham Lincoln vestido con traje de piloto de combate (1 de mayo de 2003) para declarar "misión cumplida" en relación a la invasión de Irak. Salvando las distancias (fundamentalmente geográficas), López le imita y ha entonado su particular "hemos cumplido lo que prometimos" al anunciar el adelanto de las elecciones vascas. Cierra, en efecto, un ciclo económico negro en el que ha cumplido con la misión de españolizar Euskadi, porque, al menos en el crecimiento del desempleo y la deuda pública, nos parecemos a España, cuya marca económica y financiera está desprestigiada en todo el mundo, como lo demuestra la fuga de capital registrada en los últimos meses.
Dice sentirse estupefacto por el anuncio de Urkullu, si gobierna, de afrontar una reforma fiscal coordinada con todas las formaciones y respetando las competencias de las diferentes instituciones. Argumenta que el PNV le ha negado estos últimos años la reforma que ahora propone. Craso error. No saben distinguir entre una reforma impuesta en contra de la opinión de quienes son competentes (Diputaciones) con el único objetivo de cubrir el déficit presupuestario, "porque si no, habrá que preguntarse qué quiere recortar, qué escuelas y hospitales quiere cerrar"(15-IX-2011) y una reforma consensuada y conceptualizada en la prioridad presupuestaria del gasto público con la finalidad de realizar inversiones que dinamicen la economía vasca y creen empleo.
En parecida actitud se mueve el responsable económico. Lejos de reconocer su propia incapacidad para gestionar la dura crisis que padecemos, sin la menor referencia al fuerte endeudamiento y a la grave hipoteca que deja para el futuro (unos 800 millones de euros anuales en intereses más amortización de la deuda) lo único que hace es ponerse la venda antes que la herida y en una torpe huida hacia adelante responsabiliza a Ibarretxe de los males que padecemos. Está claro que él consejero solo, sin ayuda de nadie, se define a sí mismo.
Tres años y medio de gobierno socialista para llegar a una conclusión que nos recuerda la frase pronunciada por De Gaulle: "Solo los imbéciles no se equivocan nunca".
Tampoco es cuestión de dedicar mucho tiempo a la nueva reforma financiera (la tercera del Gabinete Rajoy) forzada por el necesario rescate y dictada por la Comisión Europea, BCE y FMI que vigilarán la resolución a los problemas de solvencia de la banca española para no perder el dinero que prestarán a partir de noviembre, a través del FROB, para sanear las cuentas de las entidades bancarias y que, libres del lastre que representan los activos tóxicos depositados en el banco malo, retornen al negocio de captar pasivo y conceder créditos a las familias y las empresas.
Tiempo habrá para desgranar las dudas existentes, al menos, hay tiempo hasta la llegada del rescate europeo (noviembre), una vez conocido el resultado de la auditoría de Oliver Wymann y tras obtener el beneplácito de Bruselas a los planes de reestructuración. Hasta entonces, la especulación e, incluso, la ciencia ficción, van a protagonizar el día a día, como cuando el Gobierno insiste en que no tendrá coste para el contribuyente. La experiencia de estos últimos meses, sin embargo, nos dice que basta una rotunda afirmación de Rajoy o su equipo para que pocos días después se haga realidad todo lo contrario a lo afirmado.
Los problemas de la banca española no residen en la falta de leyes u organismos reguladores de su actividad, sino en la gestión de los banqueros y en la eficacia de los responsables de vigilar que se cumplan esas leyes. Las entidades intervenidas últimamente han llegado a un callejón sin salida por la nefasta gestión de sus dirigentes. Pero también por la excesiva permisibilidad de los "vigilantes" que eran colocados en esos cargos por decisiones políticas de los dos grandes partidos españoles y éstos siguen ahí, alternándose en el poder. Nada hay en el turbio panorama social español que nos indique una mayor vigilancia que frene la avaricia de los banqueros. Seguirán siendo fieles guardianes de la ortodoxia neoliberal. La misma que nos ha llevado a la crisis actual.
De modo que, de momento, sólo podemos parafrasear al historiador británico Edward Gibbon (1734-1794) y cambiar su célebre frase "Roma conquistó el mundo en defensa propia" por un "el neoliberalismo arruinó el mundo en defensa propia".