a vueltas con el rescate de la banca española (ya formalmente solicitado, en apariencia "aprobado" y pendiente de concretar no antes de septiembre) y las condiciones asociadas, uno de los aspectos clave del debate reside en la llamada gobernanza del euro y la al parecer Unión bancaria, fiscal y financiera europea.

Una vez más, la inmediatez inevitable de una solución a la crisis financiera (en especial la de algunos países que lo han hecho peor que otros) parecería obligar a todos a renunciar a dotarse de una estrategia completa, propia y deseada a cambio de la previa propuesta del prestamista o salvador del momento. Así, al grito de que la solución a la crisis del euro es más Europa, se pretende confundir este viable y acertado deseo con una desconocida Unión bancaria, fiscal y financiera y la consecuente cesión de soberanía.

El discurso generalizado supone que quien no acepte el 100 % de las decisiones de quienes decidan qué, cómo y cuándo hacerlo, se convierte en un aldeano antieuropeo, nacionalista-antisolidario, anclado en el pasado, en contra de la racionalidad de soluciones globales a problemas globales. Así, ceder soberanía no solo sería razonable y objetivamente bueno para todos sino algo con escasa relevancia a dejar en manos de un futurible ministro europeo de finanzas en el seno de una Comisión Europea que tiene muy poco de gobierno, menos de autonomía, alejada de elección y control democráticos.

Peligrosa tolerancia que parafraseando las recientes declaraciones del embajador de USA en Madrid, Alan Solomont ("Cuando me convertí en diplomático hice que me extirparan mis órganos políticos"), parecería que, ante la crisis, los políticos, gobernantes y ciudadanos renunciáramos a la ideología, a definir y a controlar nuestro propio futuro y proclamásemos que cuando aparece la crisis y aparecen las recetas económicas de algunos, hago que extirpen nuestros órganos políticos y pensantes.

Más (mejor) Europa y nueva gobernanza europea son indispensables, pero ni se improvisan, ni vale cualquier Europa ni cualquier modelo de gobierno. Más bien, la propuesta inicial del presidente del Consejo europeo Herman Von Rompuy (Hacia una genuina Unión Económica y Monetaria) parecería inspirada en principios y criterios razonables: establecer un mecanismo de supervisión bancaria y financiera, reconvertir el Banco Central Europeo en un verdadero Banco Central, pero en el marco de un proceso de la construcción genuina y democrática de una Nueva Unión Monetaria, necesitado del diseño previo de una hoja de ruta, a diez años, para dotarnos de una nueva estructura de gobierno y unos contenidos claros.

No obstante, su lectura pone de manifiesto una serie de preocupantes consideraciones que explican por qué cada vez más, nos alejamos de una Europa de todos. El documento elaborado por la fatídica troika (él mismo, el presidente de la Comisión y el presidente del Banco Europeo) confunden el reclamo de más Europa con mejor Europa, se olvidan de la realidad de los pueblos y regiones desiguales que integran los actuales Estados miembro y profundizan en la generalizad política igualitaria para múltiples espacios económicos que se mueven a muy distintas velocidades.

La realidad europea es y será durante muchísimos años diferente. Ni todas las regiones necesitan la misma medicina, ni todas quieren y pueden jugar al ritmo que un laboratorio burocratizado y centralizado propone. Se habla de competitividad, crecimiento y desarrollo económico sin, al parecer, comprender los verdaderos determinantes de los mismos. Una vez más, se pretende hacer girar la solución en torno a la política financiera (en caso de que exista). Lástima de declaración de principios.

Las prisas, la depresión paralizante de sus dirigentes (y, por supuesto, la gravedad de la situación) les lleva a empezar por el tejado, improvisando, exigiendo la cesión de nuestra soberanía sin saber a quién y para qué. El resultado no parece ofrecer la solución a la grave crisis que padecemos, no solo no sería más Europa sino, seguramente, el fin de un sueño europeo al servicio de ciudadanos y pueblos libres.

Confiemos en que reine la sensatez y no cunda la epidemia del divorcio economía-política-sociedad. No temamos reivindicar soberanía no solo como derecho sino como fuente de solución. Hoy es tiempo de crisis, sí. Pero, la crisis no se resuelve sin estrategia y orientación política, sin más y mayor protagonismo soberano de las distintas economías europeas. O construimos una Europa que queremos o no habrá Europa, ni solución alguna a la crisis.