Absortos, como nos hacen estar, en ese opaco, complejo y especulativo escenario financiero donde conceptos como austeridad, deuda soberana o prima de riesgo acaparan todo el protagonismo mediático, ahora nos dicen que la banca española se saneará con hasta otros 62.000 millones de euros y que la UE apuesta por el crecimiento con una inversión del 1 por ciento de su PIB. Las declaraciones de los dirigentes políticos parecen indicar que se empieza a caminar por la senda del sentido común, cuando en realidad, es de sobra conocido que el ritmo europeo para acometer cambios importantes resulta ser lento y laborioso.
Fíjense lo absurdo y paradójico que resulta comprobar el tiempo y esfuerzo dedicado al rescate de la banca española en las últimas semanas, porque el meollo de tal rescate -qué bancos necesitan ayudas; cuánto necesitan y cómo lo recibirán y posteriormente pagarán- no se conocerá se forma clara, concluyente y definitiva hasta el próximo mes de septiembre y después se necesitarán otros nueve meses para ir acoplando las ayudas a cada una de las entidades que las requieran, mientras que se sigue destruyendo empleo y desahuciando a los que no pueden pagar las hipotecas.
En ocasiones, y ésta es una de ellas, tengo la impresión de que los llamados "mercados financieros" utilizan como cortina de humo ese conjunto de reuniones (G-20, cumbre europeo, etc.) para poner especial énfasis en sus propios problemas, derivados de una desregulación bancaria a la que no se pone freno y de una abrumadora especulación por parte de quienes sólo quieren conseguir altas rentabilidades a sus inversiones. Una cortina de humo que nos hace olvidar otro escenario más importante porque en él se pone en juego el empleo actual, el pan nuestro de cada día, la calidad de vida y el futuro de nuestros hijos y nietos.
Bien se puede decir, parafraseando a don Quijote, "cuán largo me lo fiáis", si el crecimiento económico y la creación de empleo ha de esperar al saneamiento del sistema financiero y a la reestructuración del BCE para que actúe como un banco central al uso, mientras que otra prima de riesgo se cierne sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles. Porque, en medio de este tira y afloja entre austeridad, crecimiento, déficit e inversión, lo que está en juego es la Europa de dos velocidades, que colocará a unos países en la división del conocimiento tecnológico, la productividad y el valor añadido, en tanto el resto de socios europeos habrán de competir en un mercado secundario donde prevalecerán los principios de precios y costes salariales.
Es en esta prima de riesgo dónde realmente nos jugamos el futuro. Hay países que, mientras exigen a otros una austeridad presupuestaria, no dudan en invertir en educación y conocimiento. Saben que el mercado quedará ahora, y por mucho tiempo, contraído a niveles de consumo muy inferiores a los que hemos conocido hace tan sólo un lustro, lo que implica una reducción cuantitativa de los sectores productivos y una sensible mejora cualitativa de los productos. Sólo los mejores sobrevivirán y el futuro se escribe con E de educación, C de conocimiento y T de tecnología. El resto tendrá como rivales a los chinos u otros países emergentes que inundan los mercados con productos baratos merced a unos costes salariales y de materias primas muy inferiores a los vigentes en Europa.
En este marco incierto y peligroso, Euskadi parte con cierta ventaja respecto a la llamada "marca España". Disponemos de herramientas como el Concierto Económico y de un sector financiero (Kutxabank) saneado, que deben ser vitales para un sector industrial importante, preparado y competitivo en los mercados internaciones, como lo demuestra el hecho histórico registrado en el tercer trimestre del pasado 2011, cuando "por primera vez las ventas al extranjero superaron las ventas al resto de las comunidades autónomas del Estado", según datos del Boletín de Coyuntura de la Dirección de Economía y Planificación del Gobierno vasco. El hecho de que las empresas vascas vendan más en el exterior que en España muestra el esfuerzo realizado en Euskadi y la gravedad de la crisis española.
Pero no es suficiente. Persiste el riesgo de caer en esa segunda división o velocidad europea, si no se toman medidas urgentes desde las instituciones públicas que favorezcan y complementen el esfuerzo tecnológico de las empresas privadas. Si se quiere mantener los actuales niveles de producción y empleo en Euskadi, el lastre que supone la depresión del mercado español debe compensarse con un aumento de ventas exteriores donde la competitividad exige una máxima preparación, así como la persistencia de inversiones en I+D+i. Caer en la segunda velocidad significa hipotecar el futuro de próximas generaciones.
Por todo ello, se comprende menos la alarmante postura de Patxi López, enrocado en querer negar sus debilidades y en acusar al resto de fuerzas políticas de los males que aquejan a la economía vasca, acusando de tendencias nacionalistas a los empresarios que piden un Gobierno fuerte "para sacar este país adelante" y cargando contra anteriores ejecutivos la responsabilidad de un endeudamiento que ha servido para pagar gasto corriente. En resumen, López no puede seguir escondiendo la cabeza bajo el ala. No es un avestruz, es un gobernante con responsabilidades.