por su propensión al silencio, el presidente español podría adoptar el eslogan de la marca multinacional de aire acondicionado: Mariano Rajoy, el Fujitsu. El silencio es el arrullo del sueño y los poetas ("me gustas cuando callas porque estás como ausente", escribió un enamorado Neruda); pero para un gobernante es una declaración de cobardía, como andar huido, una actitud de desidia. El Fujitsu de Rajoy es tan clamoroso que sus ministros y dirigentes del PP no saben cómo llenar ese vacío y compensar todo lo que el gallego calla, ensimismado. Compadezco al director de comunicación de La Moncloa: tiene que ser frustrante verse obligado a enviar notas de prensa en blanco todos los días. Mientras el Estado va a ser rescatado para evitar su quiebra y las incertidumbres se ceban en la gente, su máximo responsable se niega a aparecer en público con los mensajes y el temple que en estas circunstancias se requieren: decir la verdad y proponer alguna esperanza que no sea Aguirre, ejercer el liderazgo.

¿Tiene Rajoy un problema de timidez y fobia a las cámaras? ¿O ha perdido el control de la situación ante lo cual opta por no dar la cara? Quizás nadie le dijo que gobernar es comunicar, que es como abrirse el alma para generar confianza, ese capital, más importante que el dinero, volatilizado tras años de mentiras. ¿Que las cosas no se arreglan hablando a los ciudadanos, dice usted? ¿Que es mejor que Rajoy no diga nada, porque carece de capacidad de convicción y espíritu de ánimo frente a la crisis? Tal vez, pero el Fujitsu cobarde del presidente es un estrago añadido a la crudeza de los problemas.

Por fin, para compensar la frivolidad de su presencia en la Eurocopa, Rajoy rompió ayer su Fujitsu y compareció ante la opinión pública, improvisadamente y de mala gana. Suena a solemnidad lo que debiera ser ordinario. Es extraño. Cualquier otro político se moriría de placer por un minuto en la tele; y sin embargo, a Rajoy mucho tiempo en pantalla le produce canas. Demasiado apego al Fujitsu para ser presidente.