DE momento habrá que esperar a otro partido para saber cuánto peso tiene Fernando Llorente en la selección española, que ayer debutó en la Eurocopa ante Italia sin pena ni gloria, amarrando un punto contra el gran contrincante del grupo que, visto el trepidante desarrollo del encuentro, ni tal mal.
En las vísperas, sin embargo, Llorente entraba en otra dimensión, donde ejerce un papel estelar indiscutible aunque no le dé una patada al balón en todo el torneo. Es el chico alto y guapo, salta a la vista; es el rubio que nunca se despeina. Las revistas del corazón que también focalizan el ojo en la cosa futbolística, le han elegido como el más sexy. La Federación Española de Fútbol, una máquina de hacer dinero aprovechando el monopolio patriótico, le ha tomado como portaestandarte de sus campañas, y ahí está que se sale, luciendo torso escultórico, arrancándose en un acto bravío la piel a la altura del corazón, por donde brota el escudo con la estrellita de campeón del mundo, aquella que desapareció de su camiseta en un partido ante Lituania porque la había donado para una campaña de la ONG Save the Children. Llorente viajó hasta la India para conocer a una niña de seis años, de nombre Aarti, la menor de cuatro hermanos que vive con sus padres en una casa de cuatro metros cuadrados, y la beneficiaria de su gesto. Apenas estuvo unas horas conviviendo con aquella miseria humana, pero fue filmado, y propalado profusamente el reportaje, uniendo su imagen apolínea a un convincente mensaje solidario.
Fernando Llorente se lo monta tan bien que lo mismo presta su palmito para propagar lo jugosas que están las peras de Rincón de Soto, su pueblo, que da la cara por la multinacional Telefónica, o sea, que es una máquina de ganar dinero subido en su pedestal futbolístico. Es nuestro David Beckham; un camaleónico y sagaz mercader, pues lo mismo ejerce de riojano fetén que defiende sin cortarse un pelo la camiseta de la selección de Euskadi en su condición de pamplonés de cuna. Pero, ¿hasta qué punto se beneficia el Athletic de su bombón más internacional?
Fernando Llorente lleva dando largas al club rojiblanco desde hace más de un año, cuando Fernando García Macua le imploró la renovación de su contrato, como hizo con Javi Martínez, el otro mundialista, para utilizar la firma como baza electoral.
El pasado viernes, Llorente reiteró que hasta que no termine la Eurocopa no reanudará las conversaciones para ampliar su relación, que concluye en junio de 2013, dando por entendido que espera sacar rédito del torneo para jugar definitivamente sus cartas, a sabiendas del enorme potencial futbolístico que aporta al Athletic y del alcance que en cuestiones de mercadotecnia aglutina.
Supongo que en las negociaciones hasta ahora mantenidas entre el Athletic y el delantero se habrá tenido en cuenta ambas circunstancias, y que el jugador cederá al club la explotación de sus derechos de imagen a cambio del contrato de su vida. Sólo entonces se puede entender que Chus Llorente, su hermano y representante pida, según ha trascendido, 5,5 millones de euros frente a los 4,5 por temporada que está dispuesto a pagar la entidad bilbaina.
El presidente del Real Madrid Florentino Pérez asegura que le resulta rentable haber pagado la disparatada cifra de 93 millones de euros por el fichaje de Cristiano Ronaldo. Además de dar espectáculo sobre el terreno de juego, el delantero luso mete goles por un tubo y es un reclamo publicitario de primera magnitud, bien para vender camisetas en Japón o para organizar bolos veraniegos por China a cambio de un pastón.
El Athletic alcanzó el culmen de su fascinante aventura europea exhibiéndose en Old Trafford ante el United, el gran pionero vendiéndose en todo el mundo como un producto global. Por eso se convirtió en el más rico del planeta, hasta que Real Madrid o Barça copiaron su fórmula. El Athletic ha regresado con fuerza al mapa internacional y está en disposición de vender su marca en Polonia, pero también en el Delta del Mekong. El exclusivo mito de los once aldeanos se exporta con buen fútbol y resultados, y mejor aún con el reclamo del fornido guaperas. Tampoco nos llevemos a engaño: todos los jugadores están por su negocio, y luego, si acaso, los colores. ¿O no?
Lo digo porque me quedé asustado de las viscerales reacciones surgidas en diversos foros llamándole al hombre pesetero. Acusación tan cierta como cargada de fácil demagogia.